Carmen Calvo está bien como acusadora tácita del Estado. Como ideóloga entre la gallofa de ministros que gozan de sociedades instrumentales, y ahora está mejor que nunca como fontanera, negociadora, desbloqueadora del asunto catalán.
Dicen que de Valencia se fue a Barcelona a preparar la hipotética torrada; cuenta este periódico que se reunió con Pere Aragonés y que la entente, la precumbre, el vis a vis, fue "estupendamente". Anótese que en la reunión preparatoria anduvo también Elsa Artadi, hierática, rubia: la cumbre del cinismo postconvergente que se ríe de todo en las vísperas del desastre.
Aquí lo que pasa es que no sabíamos que Calvo fuera la enviada de Sánchez, ahora que ella misma, la vicepresidenta, se sabe que está llamada a cimas más altas: como la eliminación de la presunción de inocencia, como la reescritura del Quijote y hasta que alguien esculpa una estatua suya en la Plaza de Oriente, cerca de la de Ordoño, rey de León.
Hay que disociar a la Calvo de las proclamas de la Calvo de terciopelo que habla, templa, manda: esa vicepresidenta que si quiere resuelve el conflicto catalán con una sonrisa inédita para los que la conocemos de siempre.
Pero Carmen Calvo ya ha ejercido de mensajera, de paje real que oferta una minicumbre. Lo suyo ha sido desmochar las cosas para que el Consejo de Ministros del sanchismo sea como la final de la Libertadores en el Bernabéu: algo tranquilo a celebrar en otro país; sin incidentes. Acaso para que los CDR más descarriados vayan a matar el aburrimiento y a arrimar la cebolleta y el pasamontañas a la puerta de un belén.
Será en viernes y en Barcelona. El Estado claudicará nuevamente, y si no se queman demasiadas papeleras y si no hay leña al mono en el carrer, quizá haya un Presupuesto, un gesto y algo de distensión. Ya se sabe que los supremacistas son volátiles, que no se toman en serio ni una huelga de ayuno.
A una autonomía -Cataluña- que debiera gestionar que las cañerías de un Instituto y las camillas de Urgencias se le concede rasgo de institución seria: pero es que somos así.
El Gobierno quería peladillas y el aguinaldo con Torra puede que llegue. Ahí tiene el suflé desinflado para que después se pregunte que por qué Vox en Andalucía y en las encuestas.
El 21-D, las hienas españolas darán a Torra un trato especial... todo un detalle si Torra acaba cediendo.