“I'll take a rain check 'til I get back on my feet”. Steven Tyler.
El cambio de 180 grados en el mensaje de los bancos centrales sobre subidas de tipos, añadido al aumento masivo de liquidez de algunos de ellos, ha despertado a los activos de riesgo y lanzado bolsas, bonos y materias primas a la estratosfera.
Pero mientras eso ocurría, los datos macroeconómicos globales empeoraban de manera evidente. El índice de sorpresa económica mundial se desplomaba en enero y febrero, los índices manufactureros mostraban contracción en Japón, y empeoramiento generalizado en la eurozona. Vean la diferencia entre evolución de la bolsa mundial y los datos macro agregados.
Ante la ralentización, las principales economías del mundo están tomando medidas para favorecer la inversión, atraer empleo y reducir los riesgos. En el G-20, la inmensa mayoría de los países están reduciendo impuestos y tomando medidas para atraer capital e inversión.
En España, como somos más listos, anunciamos enormes subidas de impuestos, escollos a la contratación y promesas de brindis al sol que nos recuerdan al Plan E (ahora disfrazado de verde) y otras genialidades de planificación central… Todo ello con un coste de 54.000 millones de euros para crear (si ustedes se lo creen) 30.000 empleos al año durante 10 años, es decir, mucho menos de lo que crean los autónomos por año. En 2018, crearon 18.900 puestos de trabajo además de incorporarse 52.000 personas al régimen especial de autónomos. No deja de ser otra anécdota de promesas del pasado que ya conocemos… y que nos salen muy caras. Porque la transición energética no necesita planificadores centrales financiando elefantes blancos y sobrecapacidad con más deuda e impuestos. Ya se está dando.
El problema de nuestro país es que en el debate electoral se está ignorando la rapidez con la que hemos pasado de un entorno de moderación del crecimiento a indicadores que preocupan, y mucho. Las constantes amenazas a la inversión, sectores tecnológico y automóvil, y a los creadores de empleo, pasan factura.
. El riesgo de impago de España es el tercero que más sube en Europa tras el de Italia y Francia, a pesar del efecto placebo del BCE, mientras el de Grecia o Portugal se han moderado.
. La creación de empresas cae un 20% mientras el cierre de negocios aumenta un 7% en ocho meses.
. La producción industrial española caía un 6,2% en diciembre.
. Los indicadores adelantados de confianza del consumidor, sentimiento económico y tendencia manufacturera, además de las expectativas de inversión, publicados por la OCDE y Eurostat, han caído en varios puntos.
El riesgo en las grandes economías es que los gobernantes y bancos centrales parten de un error de diagnóstico. Que todo esto se soluciona con más liquidez y bajos tipos. Con casi 9 billones de dólares en bonos soberanos con rentabilidad negativa, 1,8 billones de exceso de liquidez en el BCE y tipos reales negativos en la inmensa mayoría de los países de la eurozona, no podemos caer en la trampa de creer que la solución al exceso monetario es más exceso. Es como esperar curar una cirrosis tomando siete vodkas más diarios.
Otro gran error de diagnóstico es ¡acudir al enemigo exterior, siempre tan socorrido. El comodín de Trump. El problema de la eurozona y de España no es Trump, sino una política económica que ha abandonado todo impulso reformista y reducción de desequilibrios para -de nuevo- fiarlo todo a las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo.
¿Por qué nos debemos preocupar más en España? Porque los errores garrafales de aumentar gasto político e impuestos nos hacen mucho más vulnerables en una economía cíclica y compuesta por pymes. Casi el 90% de las empresas de España son muy pequeñas y débiles. Imponer las mal llamadas “negociaciones colectivas” sectoriales, que no son negociaciones porque las deciden cuatro por casi dos millones, sin atender a la realidad de las empresas, es simplemente una locura.
Nos debemos preocupar más que los japoneses, los franceses o los alemanes. Y ellos sí se lo están tomando en serio. Ninguno de sus ministros encoge los hombros, niega la realidad y suelta la lindeza de que “seguiremos creciendo más que otros”, como hacen los nuestros, cuando esos otros están al borde de la recesión.
Nos debemos preocupar más porque somos más vulnerables. Nuestras empresas son más pequeñas y están más penalizadas fiscalmente. El índice Paying Taxes de PWC para el Banco Mundial e 2019 muestra que las empresas españolas pagan más impuestos que las de la OCDE, el G-20 y la UE.
Nos debemos preocupar más porque no solo no estamos preparándonos para una ralentización, sino que estamos aumentando los desequilibrios y la carga a los contribuyentes, acelerando el deterioro de la economía.
España tiene que bajar la carga fiscal y presentarse ante el mundo como el país donde invertir, donde crear empleo, mostrando nuestra mejor cara, no pensar que arriesgar e invertir en nuestro país es un privilegio que nos conceden los políticos.