Vinicius es tan rápido que cuando Piqué cayó el miércoles ante él, desperdigado por el césped como el fluber del separatismo, alguien señaló al defensa del “ejército desarmado de Cataluña” y gritó “¡por allí va nuestro brasileño!”. La única forma de verlo, una tormenta de piernas, es fijándose en la zona cero que queda a su paso. Por el reguero de defensas desorientados o el vuelo del balón hacia algún compañero se intuye su recorrido, el relámpago que enciende el Bernabéu en las noches más frías. No fue su día, en realidad. Por primera vez en su historia, el Madrid ganaba un partido perdiéndolo por goleada, que es algo que le suele pasar a equipos con relato como el Atlético o al mejor Barça de la historia, que tuvo la posesión el día que tampoco vio a la Roma, y fundamentalmente fue culpa del muchacho: también se le pide que golee.
Vive con 18 años responsabilidades imposibles: ha pasado de jugar con el fuerte a defenderlo. Vinicius carga con la ansiedad de la institución mundial Real Madrid post décimotercera. La felicidad deja una resaca capaz de destruir a las mejores familias. Sobre esos fangos generacionales, hay algo medio muerto que no termina de morir y algo medio vivo incapaz de respirar de forma autónoma, pasa como una sombra sin hundirse. Tiene el sello de ser la apuesta de Florentino para apuntalar su nuevo modelo, es decir, de oreja a oreja le oscila una hoja afiladísima. Las oportunidades son trampas endemoniadas que Vinicius esquiva con la personalidad necesaria para triunfar en Humor amarillo: huyendo con criterio.
Entre unas cosas y otras este jovencito ocupa el puesto de jugadores que ya no están: asiste como Isco, aporta el vértigo de –descanse en paz– Marcelo, tiene la intensidad de Bale y corre por el resto del equipo. Claro, le falta completar con los goles de Cristiano pero entonces no sería un deportista, sino un semidiós y escribiríamos epopeyas, no articulitos así. Ahí viene el drama: ¿ante qué jugador estaríamos si hubiera convertido todas sus promesas en realidad? No es frecuente ver al fútbol parir futbolistas en prime time y el madridismo vive una situación inédita, decodificando el futuro, en el laboratorio de la preestrella, con una pregunta terrible flotando delante de la afición. ¿Es todo esto o esto es parte del todo?
Esta ansiedad es nueva en el Bernabéu, como una primavera a las puertas. Como esos baratillos en Córdoba con los primeros soles, los primeros morenos, las primeras sevillanas, cuando nos enamorábamos en los callejones que olían al rebujito que habíamos meado minutos antes. El momento es idílico, y pase lo que pase, a mí me gusta disfrutar de esta previa increíble que está siendo la primera fase de Vinicius, cómo galopa el amor por la banda frustrándose siempre en el último momento; el equipo se puede permitir la literatura después de una época machacona de triunfos. Cuando llegue el gol echaremos de menos los momentos fantásticos que vivimos ahora, hundidos ya en la rutina del éxito, tan fea como cualquier rutina.