Aquel hombre era un buen hombre. Un tipo normal, un tipo pacífico, que nunca había tenido problemas con las leyes, pagaba sus impuestos y jamás se había metido en líos. Aquel hombre tenía un trabajo con horarios desquiciados que le obligaba a continuos desplazamientos, muchos de ellos nocturnos, y además vivía en un lugar apartado. Y alguien, seguro que con la mejor intención, le aconsejó que se comprase una pistola por si un día las cosas se ponían feas. El hombre le dio vueltas a la idea, y al final se decidió. Obtuvo el preceptivo permiso de armas y se compró una pistola con su licencia y sus papeles. Todo en regla.
Se acostumbró a viajar con la pistola en la guantera del coche. Decía que se sentía más seguro sabiendo que la llevaba a mano. Una noche aquel hombre regresaba a casa después de cenar con su mujer y adelantó malamente a un coche (o un coche le adelantó malamente a él, da lo mismo). Se produjo el clásico pique de conductores, que intercambiaron insultos de ventanilla a ventanilla, que te vas a enterar, que sal si tienes huevos, que si ya verás que los tengo.
El otro conductor salió del auto y la esposa del hombre lo recibió con una cascada de insultos. El tipo metió la mano por la ventana abierta del copiloto y enganchó a la mujer por el pelo. Y el hombre, ciego de rabia y acuciado por los gritos de su esposa, recordó la pistola que tenía en la guantera. La sacó. Y la disparó. Y mató al otro conductor.
El tipo que murió de un tiro no era un asesino en serie, ni siquiera un delincuente común. Era un camarero que regresaba de trabajar, que había perdido los papeles tras una trifulca de tráfico y que se había comportado de una forma imperdonable y violenta, pero todos estaremos de acuerdo en que no merecía morir por ello. El hombre que disparó la pistola se pasó siete años en la cárcel, y cuando salió no fue nunca el mismo: el peso de haber asesinado a alguien le persiguió de por vida.
Tener una pistola es relativamente fácil, pero saber usarla es infinitamente más complicado. Porque el permiso de armas no es una licencia para matar. Y porque si uno va por ahí con una pistola hay muchas posibilidades de que acabe usándola… y si acaba usándola, seguramente la usará mal. Piénsese en eso cuando alguien habla alegremente de armar a todos los españoles.