Ay Quim, Quim. Si difícil es gobernar una autonomía, más duro es gobernar una quimera, una Ínsula Barataria, y así. Podrías dedicarte a que los niños de Cataluña tuvieran su comedor y su educación pública, pero has mandado "apretar" hasta que te han 'apretado'.
Hay cierta justicia poética en eso de ver cómo a Torra los CDR le reprochan cobardía por lo de los lazos, y ya ni siquiera puede ampararse en un primo 'borroka' o un cuñado CDR o el parentesco que quiera.
Con la polémica ha estado Torra en su guerra simbólica. Pero la vaga amenaza de la trena o de la inhabilitación lo ha metido en cintura a estas alturas de la película. Hay también cierta narrativa en ese Torra que se la envaina mientras el aire -por la JEC y la LOREG- es más puro en Cataluña y hasta se respira mejor.
Ahora, cuando un mosso puede quedarse sin nómina, los 'indepes' dicen quedarse solos. Acaso porque ninguna república se sostiene sin un plato caliente encima de la mesa. La realidad es que tiene estas cosas. Y el Estado, todo lo flojo que quieras, al final acaba actuando con esa tristeza regulada de las cosas burocráticas.
Torra nos aparece en este episodio de los lazos así, como en carne viva. Con lo que conlleva ser 'president' y ser teledirigido y ambas cosas. Sus gestos, su rictus, no lo llama a grandes causas. Ser el repuesto de un prófugo tiene que marcar a la fuerza. Y en ésas estamos.
Porque cuando cae un lazo, a Torra se le pudre un poco más el alma. Su causa era la cojonada de los lazos encima de la mesa, que es ya la poca épica que le va quedando al separatismo.
Cataluña, la Cataluña institucional, es hoy una tierra entre el secuestro y el imaginario más cursi. Conforme va avanzando el juicio, más comprobamos que todo era una chapuza que se cuidaron de que fuera bien contada. Hay ya un hartazgo general del 'procés', y de ahí que las 'tietas' cuando vinieron a Madrid se fueran a ver los escaparates de Serrano.
Cuando Trapero emprendió su relato por reducción de pena, caía un lazo y moría un gatito. Hay un 155 flojo y latente, que llega tarde y mal y que a Torra le pone cara de otoño en plena primavera.