Se ve que a la izquierda latinoché le falta un libertador sin caballito, un hervor, un todo junto. Y menos épica y más Historia. Mientras López Obrador me llama colonialista, yo hago lo que puedo en la metrópoli: nacer, crecer, reproducirme y pasar el rato.
Yo puedo venir de un hidalguillo extremeño que embarcó en Sevilla en un galeón, cruzó la Mar Océana y llevó la lengua y el mestizaje a las costas de Veracruz. Y en la medida de sus posibilidades de soldado de fortuna.
Pero aquí AMLO, un señor que quiere darle retórica al patio trasero debajo de Río Grande, viene a acusarnos de colonialistas y nos exige perdón, qué sé yo, por el barroco mejicano, por la arquitectura colonial y por que la Bella Malinche eligiera al que eligió para el fornicio y el lecho.
Desde el emperador Maximiliano a AMLO va todo un México fascinante, creado en la cultura hispana frente al rodillo del Norte. La Historia es lo que tiene, que avanza y que está escrita por mucho que López Obrador venga aquí con sus lloreras anacrónicas.
Yo me miro las manos y no me veo ni rastro de la sangre azteca de las guerras de nuestros antepasados. Porque aunque no me crean, yo no participé en lo de lo Tenochitlan, aunque muchos versos de Sor Juana Inés de la Cruz son quizá los más míos. Igual que considero parte de mi mundo a esa "región más transparente" que cantó Carlos Fuentes.
AMLO es un populista que ha mamado del mismo trozo de cielo que el Subcomandante Marcos, pero López Obrador es más asequible, como el Mocito Feliz en el DF. A su grito de Dolores, de que España pida perdón por ser la que fue, tuvo que responderle con amor Ione Belarra; y eso porque en España, y ande Podemos como Podemos, siempre cabe una Ione más.
Cuenta Belarra, Rigoberta Menchú de guardia y de Pamplona, que el podemismo -cuando pueda- iniciará "un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas". Y no sabe uno si esa restauración pasa por un mitin en lo alto del Popocatepetl o ir a pintar de morado los lugares colombinos de Huelva.
A Podemos, implosionado desde hace rato, le pone ahora el rollo indigenista, que no lo entiende pero se ve que le suena moderadamente anticapi y resultón. Hacerle el caldo gordo con estas memorias históricas precolombinas a López Obrador suena a disparate. Uno, uno más como el de aquella célebre bravata de Jorge Negrete en Barcelona en su primer viaje a España: "Pues ¿qué?, ¿que aquí no hay machos?".
Pobre México el que va quedando, tan lejos de Dios y tan cerca de Podemos. El México que acabará pagando el muro de Trump.