Se sale con una tristeza insoportable de la lectura de A finales de enero. La historia de amor más trágica de la Transición, de Javier Padilla. Pero es una tristeza obligatoria, casi catártica, que nos dice mucho de la vida y de la historia, y del entrecruzamiento de las dos. El libro, que ha ganado el premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias 2019 de la editorial Tusquets, nos muestra el lado oscuro de nuestra historia reciente. El balance de la Transición fue feliz, pero también hubo tristeza; y parece que se la llevaron toda los protagonistas de este libro: Enrique Ruano, Javier Sauquillo y Dolores González Ruiz; sobre todo esta última, Lola, que sobrevivió al asesinato de sus dos amores, pero sin vida (“nos mataron. Yo también digo que nos mataron porque es que realmente nos mataron de alguna manera a todos”).
En la presentación en Madrid, el historiador José Álvarez Junco, presidente del jurado, resaltó el ejercicio provechoso que le había supuesto leer lo que un joven como Padilla (nacido en 1992) había escrito sobre un periodo que este no había vivido y él sí: a partir de aquí podía hacer una proyección sobre los periodos de los que él mismo se ha ocupado sin haberlos vivido. El libro es bueno al margen de la edad del autor; pero esta tiene su importancia ahora: es casi la primera mirada limpia, puramente documental, despojada de vivencias propias (aunque con el hilo aún de las vivencias de familiares, de conocidos y de testigos, y de los ecos que persisten en el país) de la historia de España de las décadas de 1960 y 1970, y algo también de la de 1980. A mí, que lo que viví de esos años fue solo como niño o adolescente, la reconstrucción de Padilla me ha parecido prodigiosa.
Es notable particularmente la reconstrucción, en el contexto de la sordidez de la dictadura de Franco, de las protestas de los grupos de la izquierda universitaria antifranquista, a uno de los cuales, el FLP, pertenecían Ruano, Sauquillo y Lola González (estos dos ingresarían luego en el PCE). El primero fue asesinado por la policía franquista a finales de enero de 1969 (su célebre defenestración, que quisieron hacer pasar por suicidio). El segundo murió en la matanza de los abogados de Atocha ejecutada por pistoleros ultraderechistas a finales de enero de 1977. La tercera, que sobrevivió con graves heridas a esta matanza, murió muchos años después, en 2015, también a finales de enero. Ella era la pareja de cada uno en el momento de su muerte. Y su vida se quedó colgada, rota, ahogada en la fatalidad.
Padilla trata con sumo respeto la tragedia, con una empatía sobria, noble, pudorosa, pero sin esconder nada: el estilo está dominado por el cuidado a los hechos y el propósito de la verdad. La narración va abriendo además vías de reflexión históricas, políticas y existenciales, a las que el autor siempre está atento. Quizá la clave del libro esté en su título: ese “a finales” junto al mes de los comienzos que es “enero”, dándole un tono crepuscular a la aurora. Así tuvieron que sentirlo sus protagonistas, sobre todo ella: apagándose cuando el país despertaba. Una obra necesaria y admirable.