Tuvo que salir Inés Arrimadas a denunciarlo frente a la mirada bovina de los de la prensa gubernamental. No hay nada que una falsa víctima odie más que una víctima verdadera y por eso muchos diputados del PSOE se negaron ayer a aplaudir a María del Mar Blanco durante el acto de homenaje a las víctimas del terrorismo. Ya ni siquiera sorprende que a nadie le sorprenda. "Es el PSOE de Pedro Sánchez, ¿qué esperabas?", fue la frase del día entre los que aún conservamos la inocencia.
Puesto a especular, imagino que negándole el aplauso, esos diputados socialistas creen negarle también a Blanco y al resto de miembros de la Fundación de Víctimas del Terrorismo su condición de tales. Que es como ver a Paris Hilton pasearse por Caracas gritando "para sufrimiento, el mío, que los Louboutin me hacen llagas y encima tengo que aguantar vuestros gimoteos".
La táctica, bien visto, es inteligente. Maquiavélica, más bien. Convences a los ciudadanos de que todos ellos son víctimas homéricas de gigantescas fuerzas superiores intangibles y así condenas a las verdaderas víctimas a pasar por un segundo atentado: el de pasar desapercibidas entre tanto solicitante de esa paguita emocional que es la compasión ajena. Es decir, entre tanto yonqui del sollozo.
"Vosotros no estás vivos, lo que estáis es mal enterrados", le dijo ayer el PSOE a las víctimas de ETA y a nadie, más que a Arrimadas, pareció molestarle en lo más mínimo la infamia del día en las filas de los de la superioridad moral. Como dice un amigo, "acabarán defendiendo que Gregorio Ordóñez murió de un infarto". O argumentando, añado yo, que lo que acabó con la vida de Ernest Lluch fue la intransigencia de la derecha con las legítimas demandas del pueblo vasco.
Miren. Uno puede fingirse víctima del patriarcado, del franquismo, del cambio climático o del capitalismo veinticuatro horas al día si así lo desea y su impermeabilidad frente al bochorno se lo permite, pero condición indispensable para que la pamema cuele frente al espejo es no coincidir jamás con una víctima real. El contraste entre el dolor verdadero y el manufacturado suele dar mal frente a las cámaras. Y, además, siempre hay una Arrimadas cojonera fijándose en los pequeños, pero enormes detalles.
Que el PSOE se niegue a aplaudir a las víctimas del terrorismo mientras pacta en Navarra con aquellos que organizan homenajes a sus asesinos dice mucho de la hecatombe moral en el seno de lo que antes se llamaba la izquierda y que ahora es poco más que una amalgama de ígnaros en ciencia y en economía, xenófobos de provincias, prosélitos del terrorismo, negacionistas de la naturaleza humana y beatas de las de garabato en las tetas y argumentario de Sección Femenina de las JONS.
Lo que no saben los diputados socialistas que se negaron a aplaudir a quienes les afeaban con su sola existencia su pacto en Navarra con los herederos ideológicos de ETA es que para distinguir a una verdadera víctima de una falsa no es necesario fijarse en detalles como el de quién aplaude y quién no aplaude. Basta con ver con quién pacta Bildu.
Ayer, una buena parte del PSOE se negó a aplaudir a las víctimas de ETA. Entre eso, y bailarle un aurresku a los terroristas, qué quieren que les diga, no veo mucha diferencia. Ayer, el PSOE dejó las manos quietas, pero en el interior de sus cabezas andaban pegando saltitos de puntillas a los sones de ese chistulari llamado Otegi.