Como creo, con Unamuno, que la envidia es "la íntima gangrena del alma española", tenía claro que Marcos de Quinto era carne de cañón. Nos pasamos la vida reclamando que personas con una trayectoria contrastada se acerquen a la política pero cuando alguien que ha sido vicepresidente mundial de Coca-Cola da el paso, ahí estamos con la escopeta cargada. ¡Para uno que no necesita decir cada mañana sí bwana al secretario general de turno porque tiene la vida resuelta!
Los medios preferimos a Aitor el del tractor, ya saben, el diputado del PNV, un político profesional con treinta años a sus espaldas que igual apuñala a Rajoy tras vaciarle los bolsillos -quizá convenga aclararle a Antonio Maestre que apuñalar y vaciar obran aquí en sentido figurado- que afea a Vox que se apropie y use el nombre de Unamuno en vano, de lo que habrá quien colija que Aitor el del tractor suscribe la famosa declaración del pensador vasco: "Soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión".
El caso es que a De Quinto le ha caído la Sexta encima por dos tuits. El primero se lo dedicó al gudari Ugarte, secuestrador y carcelero de Ortega Lara. Decía así: "No sé si 22 años en una cómoda prisión española, con toda la seguridad jurídica de nuestra democracia, equivale a 532 días de infierno, de corredor de la muerte, esperando cada día el tiro en la nuca, sin información y sin compañeros de celda".
Me parece un planteamiento inteligente, atrevido y desde luego legítimo que nos obliga a ponernos en la piel de la víctima y del verdugo. ¿Qué preferiría usted? ¿Piénselo fríamente? ¿Dos años enterrado vivo con la incertidumbre de si la trampilla por la que llegan los alimentos no se abrirá al día siguiente ni nunca más, haciendo las necesidades a los pies del jergón, sin una ducha, sin noticias de sus seres queridos, o veintidós años con sus días y sus noches pero con los derechos que garantiza cualquier centro penitenciario del país?
La respuesta no es sencilla, pero quizás nos ayude a decidir cómo salió cada uno de su cautiverio. Ortega Lara apareció con la mirada perdida, absolutamente desorientado, con veintitrés kilos menos, barba desaliñada. Luego supimos que, en el agujero, preparó y ensayó su suicidio en dos ocasiones. El gudari Ugarte ha salido de la celda con buen aspecto, entre abrazos de sus seres queridos y con una ancha sonrisa. No parecía necesitar ayuda psicológica.
El tuit de De Quinto indignó al periodista Antonio Maestre, que respondió de esta manera: "¿Qué pides entonces? ¿30, 40 o 50 años? ¿Cadena perpetua? ¿Pena de muerte?". Hay que valorar la capacidad de Maestre para aislarse del contexto -el homenaje al gudari Ugarte en su pueblo y el clima de indignación entre las víctimas del terrorismo y miles de ciudadanos- y, en un esfuerzo de racionalidad, pedir explicaciones al diputado.
La respuesta de De Quinto fue: "¿Qué tal 532 días en un zulo sin garantías de qué pueda sucederle?".
Inmediatamente, Maestre dedujo que De Quinto propone que a los terroristas no se les juzgue en España, sino que se les meta directamente en un agujero y se les torture. Las redes sociales hicieron el resto, las agencias de información recogieron la polémica y hasta cabeceras de prensa seria, como esta en la que escribo, concluyeron que Marcos de Quinto quiere que, en determinados casos, se sustituyan las cárceles por zulos apestosos.
Al día siguiente una reportera de la Sexta perseguía a De Quinto, como sólo lo haría el cobrador del frac, para que le aclarase sus manifestaciones. ¡Con lo didáctico que hubiera sido que se abalanzara sobre el gudari Ugarte para que nos dijera si condena el terrorismo!
Pero vaya, por eso hablaba antes del sentido figurado del lenguaje. Y hablaba de escopetas, porque creo que hay veces que la necesidad de encontrar al enemigo nos lleva a apretar con demasiada facilidad el gatillo. Y hablaba también de la envidia, porque cuando Ana Pastor, con dos millones de seguidores en Twitter, suelta que Marcos de Quinto tiene "47 millones de euros, dos Porsche, un piso en Nueva York... y terrenos en Cuenca", aunque sea con la mejor de las intenciones, te ha puesto en la diana. Más aún si no aclara si ese patrimonio es fruto de una herencia, del talento o del puro latrocinio.
Si luego De Quinto le responde a Pastor -como fue el caso-, "estoy seguro que a ti y a tu pareja [García Ferreras] tampoco os está yendo mal. Y me alegro (en serio). Porque si una empresa privada [la Sexta] entiende que le estáis aportando valor y os lo reconoce salarialmente, solo cabe felicitaros", habrá quien pueda pensar que la reportera que después corre tras De Quinto como si fuera el cobrador del frac y la animosidad que demuestra su compañero Maestre tienen truco. O contrato.