Coincidiendo con la serie de HBO sobre Chernóbil hay quien ha querido ver en esa tragedia el inicio del desmoronamiento de la Unión Soviética. No existe un único desencadenante de las grandes revoluciones políticas y sociales, pero es verdad que aquella catástrofe nuclear puso en evidencia que la URSS no sólo tenía un problema de libertades, sino de ineficacia y putrefacción moral.
Para nuestra desgracia es ahora en Occidente donde se acumulan las señales de decadencia: depresión económica, desprestigio de las élites, crisis demográfica, descrédito de la Justicia, cuestionamiento del sistema, burocracia asfixiante, falta de expectativas para la juventud, auge del populismo, rebrote de los nacionalismos, agonía de las artes...
No es necesario que Boris Johnson remate el brexit o esperar a que Salvini lleve a Italia por la misma senda que el Reino Unido: basta observar cómo bulle Asia y como languidece Europa para hacerse una idea de la rapidez con que avanzamos hacia la insignificancia. Quién sabe, quizás algún día, dentro de unos años, alguien señalará el espantoso ridículo del Open Arms como el inicio del fin de la UE.
Pero mientras se acerca el colapso convendría gestionar el final con dignidad. Me llama mucho la atención la forma en que lleva camino de resolverse el famoso acuchillamiento del policía de Punta Umbría. Gracias al vídeo grabado con un teléfono móvil todos pudimos ver a un vendedor ambulante que se lanza sobre uno de los agentes que le recuerdan la prohibición de comerciar en la playa y le apuñala varias veces en el cuerpo con una navaja de grandes dimensiones. El Ministerio Público, que representa la defensa de los intereses de la sociedad, ha pedido dos años de cárcel para el acusado, frente a los cinco que solicita la acusación. Si el juez acepta la tesis del fiscal, el agresor no pisará la cárcel.
La Historia está llena de funcionarios anónimos que contribuyeron -unos con un kilotón y otros con su granito de arena- a lo que Toynbee llamaría el “suicidio de la civilización”. Uno en Chernóbil bloqueó el sistema de parada automática de la planta nuclear. Otro se ha propuesto ahora que Huelva se convierta en la Barcelona de Colau.