Los diálogos inteligentes se están acabando en el cine, acuerdan el director Juan José Campanella y Ana del Barrio, su entrevistadora para El Mundo. Tienen razón. Cada vez hay menos brillantez en los guiones de las películas que logran mayor repercusión. Pero, tristemente, puede que el cineasta y la periodista se hayan quedado cortos: la inteligencia parece estar huyendo no solo del cine, sino de todas partes.
El auge de lo audiovisual en detrimento de la lectura está acabando con el ingenio de los creadores más visibles. Los guiones sencillos, las relaciones evidentes o la falta de matices se está convirtiendo en una encerrona para el desarrollo de la inteligencia.
El desmedido auge de las series de usar y tirar, esas en las que en realidad no te importa lo que hagan los personajes, y mucho menos te preguntas por qué lo hacen, tienen sin duda parte de culpa. También la tiene la explosión generalizada del mundo de las pantallas, donde todo sucede de forma fácil, inminente y ligera.
E incluso habría que darle su importancia al declive imparable y definitivo de la lectura de los periódicos en papel. Porque aunque esta columna se lea en un medio digital y éstos desde luego cumplan su función, ¿qué será de todo el conocimiento que se escapa porque no se leen las 48 páginas del diario de hoy? Eso no lo equilibra, ni se acerca a ello, una visita fugaz a los titulares de los digitales más leídos.
Por supuesto que hace tiempo que ese mundo, el de la Prensa en papel, ha concluido. Pero esas historias largas, esas informaciones elaboradas, los artículos pensados con tiempo y criterio…Todo lo que sigue ofreciendo The New York Times -por ejemplo- en su edición en papel se pierde para la mayoría de la gente. Nada de lo que ocurre alrededor de los entresijos de las sociedades en muchos lugares del mundo está ya al alcance de la generación que ocupará la responsabilidad de liderarlo en muy poco tiempo.
A cambio tienen Twitter, que es un campo de minas para muchos usuarios, una barra del bar de la esquina donde quejarse de todo para otros y un lugar donde sentirse importante para los demás. O Instagram, donde fundamentalmente se cuelgan bobadas fotográficas o de vídeo del todo irrelevantes de forma continuada.
Aún así, desde luego, mejor sentirse bien y acompañado por haber dicho cualquier majadería en Twitter, o halagado por un like al haber conquistado una cima del Atlas marroquí y haber colgado la foto en Instagram, que sucumbir al territorio de la soledad, como le pasa a tanta gente.
En Estados Unidos, donde este fenómeno se analiza con mucha atención, se calcula que más de la mitad de los adultos cree que nadie los conoce de verdad. Si estar solo es una tragedia, estarlo en la primera potencia mundial tiene que serlo aún más. Por eso triunfan Rent a Friend, The People Walker o Sidewalk Talk, lo último en comprarse o alquilarse amistades.
Decididamente, cada vez hay menos vida con sentido, y también menos cine como el que vimos en El secreto de tus ojos, El hijo de la novia, o en la maravillosa El mismo amor, la misma lluvia, todas dirigidas por el mejor Campanella. ¿Nos estaremos volviendo tontos?