Seríamos muchos los afortunados de que Juan Carlos I posará en nuestros pectorales sus manos de la Transición, esas manos que han apretado/acariciado otras manos como la del Rey Moro, Adenauer, Suárez, nudos de yates, yates de nudos. Seríamos muchos los españoles ungidos por un tocamiento del Borbón, que tiene baraka y que ahora tiene tuberías nuevas.
La cuestión de Estado es que Pilar Rahola, el brazo armado de Julia Otero, ha contado en TV3 que Juan Carlos le tocó un pecho. Arguye la ínclita mater matriae que se le aproximó y tuvo el monarca de los pactos y del mensaje del 23-F la capacidad de exprimirla en el tetamen: que le hizo un "zumo de naranja", como un tocamiento frugalmente propagado. Ponme la mano aquí, Macorina, que cantaba Chavela Vargas...
Si se ve uno en la biografía de Pilar Rahola -que en peores hemos toreado-, se ve en aquellos Moros y cristianos, y allí la propia Rahola con esa ronquera hembra. Si seríamos descreídos por entonces que hasta nos parecía bien lo que decía Rahola, en esas tertulias con público donde también aparecía Javier Nart, otro que tal baila y cobra.
Rahola, cuando los autos que refiere, era buena moza, descarada, echá palante. No una musa en puridad, pero sí resultona con pelos decolorados, chaquetas de los 90 y ese estilo. En aquellos años Rahola era lo más, dentro del circo aquel de Telecinco donde se veía que la intelectualidad y las almas libres iban tomando su asiento. Rahola se encabritaba por minucias, y los sábados por la noche nos venía a hablar de eso, de monarquía o república, de la pena de muerte, de la tauromaquia y de otros debates condicionados. Andaba Sardà pastoreando la cosa. O témpora, o mores.
A la vejez está bien marcarse un #METOO con uno de los símbolos que mejor representan la masculinidad: léase el Emérito, Bertín, el menos musculado de Los Morancos o Julio Iglesias. Se sabía que Rahola ya contó su anécdota tetera cuya veracidad debería ser verificada, pero aquí los cortesanos la entendieron en su momento como otro desbarre más de la tipa. Los tuneos y retuneos de Pilar Rahola nos darían para un libro canallita que quizá no escribamos, especialmente ahora que la han purgado de TV3.
En realidad, Rahola quiere pasar a la Historia como la maja de la teta estrujada, que podría ser una estampa de Goya con fondo de palacio y lazo indepe. Rahola quiere ser símbolo, pero ocurre que aquí nos conocemos a nuestros clásicos.
Yo, cuando voy a Calatayud, suelo preguntar por la Dolores, que no se deja según las últimas noticias. Cada uno es cada cual en esta España de acusaciones y moralinas.