Es mentira que el comunismo no funcione o que las dictaduras islámicas sean regímenes atroces. Ahí tienen, como decía en Twitter alguien cuyo nombre ahora no recuerdo, a los osos panda, los únicos seres vivos a los que el comunismo ha mejorado el nivel de vida. También a Xavi Hernández, jubilado del fútbol disfrutando de las mieles del absolutismo monárquico en Qatar. No existe el sistema 100% perfecto, pero tampoco el 100% imperfecto: siempre hay alguien que saca azucenas del peor de los vertederos.
Xavi Hernández es al islam lo que los osos pandas al comunismo. "Pues no entiendo las críticas al socialismo científico. Yo aquí vivo como un príncipe. Desayuno volquetes de manzanas y me rascan el lomo cada mañana", deben de pensar, con total probabilidad, los ejemplares de oso panda más mimados de los zoológicos chinos. Sustituyan "socialismo científico" por "sharia", y "manzanas" por "petrodólares" y prueben a distinguir al oso panda del Xavi y al Xavi del oso panda.
El fenómeno contrario al de los que viven como dios en lo que para cualquier otro ser humano sería un infierno es el de los que dicen vivir como un condenado a las calderas de Pedro Botero en lo que para cualquier otro ser humano sería un paraíso. Léase las feministas occidentales, los periodistas españoles socialdemócratas –el 90% de ellos– y Greta Thunberg, esa Mary Poppins con trenzas a la que adoran cientos de pedofrastas espialidosos, según acertada definición de Nassim Nicholas Taleb a la que yo llego a través de este artículo de Miguel Ángel Quintana Paz.
Puestos a escoger, me quedo con los primeros. Me resulta más tolerable el cinismo de los que justifican un régimen dictatorial del cual se benefician que el lloriqueo beato de los que dicen ser víctimas de un sistema que ha incrementado el nivel de bienestar de los habitantes del planeta hasta niveles difíciles de soportar. Y digo "difíciles de soportar" por algo. A la vista está que a muchos de los beneficiarios del capitalismo su alto nivel de vida les resulta tan insoportablemente placentero que necesitan imaginar hecatombes de pitiminí a diario para expiar el pecado de tanta felicidad.
Como en el caso de los catalanes nacionalistas, el error de los apóstoles del libre mercado ha sido convertir a cientos de millones de humanos en privilegiados sin proporcionarles un relato mítico que justifique su confort. De ahí la principal ventaja del socialismo, un sistema que empobrece a los ciudadanos, pero con docenas de excusas morales, sobre el capitalismo, un sistema que los enriquece, pero sin leccioncitas sobre el porqué.
La evidencia de que no existen príncipes monegascos suficientes en el planeta Tierra como para que todos aquellos que deseamos viajar más allá de los confines de nuestro villorrio lo hagamos a bordo de un velero y abanicados por un equipo de seis o siete mayordomos con polos Lacoste blancos no parece haberle restado sin embargo ni un ápice de autoridad a los argumentos perfectamente irracionales y paranoicos, pero sobre todo pijos, de la niña Greta.
A Greta, por cierto, sólo le falta pedir a gritos la eugenesia obligatoria de los mayores de veintiún años para que los paralelismos con la novela La fuga de Logan sean perfectos. Aunque sólo hace falta darle tiempo al tiempo. El ecologismo moderno es una religión esencialmente europea, pero sobre todo luterana, y hacía tiempo, tras la invención del nacionalismo, el comunismo y el nazismo, que esta gente no fabricaba un nuevo mazo ideológico con el que modelar a los ciudadanos a la medida del nuevo Reich moral.
De la misma manera que un oso panda debería ser el último ser vivo sobre la faz del planeta Tierra al que pedir opinión sobre las hipotéticas bondades del comunismo, Greta Thunberg debería ser la última persona viva a la que pedir opinión sobre modos de vida sostenibles. Sobre todo teniendo en cuenta que a la niña aún no le han visto el pelo en Bangladesh, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Mongolia, India, Bahrein y Nepal, los siete países más contaminados del mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
O en China, el país más contaminante del planeta, con mucha diferencia sobre el resto. Exigiéndole a sus líderes políticos, mientras estos lanzan toneladas de basura a sus mares, sus ríos y sus cielos, que frenen su desarrollo industrial y tecnológico para que ellos puedan seguir disfrutando de los placeres del estilo de vida de una estrella de Hollywood. Y cuando digo "ellos" no me refiero a los padres de Greta, sino a los ejecutivos de las compañías energéticas con inversiones multimillonarias en renovables, las gallinas felices del mercado de la energía. El mayor timo del siglo XXI.
Menos evangelios verdes y más energía nuclear.