Desde el punto de vista de la nueva mayoría parlamentaria, si salen los números, no hay nada que objetar a un gobierno socialista con la extrema izquierda y con los separatistas. Los contrapesos, las leyes y las instituciones son un freno para el gasto desmesurado o la limitación de las libertades. El riesgo presente es que no se trata sólo de que gobiernen (mal), sino que, de acuerdo con el programa político populista-chavista, amenazan con proponer un referéndum de cambio de régimen político. Desean una república populista federal a la venezolana. A los separatistas les sirve porque es la puerta de salida. Todo un éxito de la gestión política de los inquilinos de la Moncloa desde 1978.
La posibilidad de un gobierno de extrema izquierda y separatistas estaba sobre la mesa desde las elecciones del 28 de abril de 2019. Puestos a elegir, Sánchez ha decidido repartir el poder con chavistas, populistas y comunistas; prefiere la intensificación de los presentes problemas antes que gobernar con el PP y resolverlos. Sánchez elige una solución del siglo XX, similar a las elecciones de febrero de 1936, antes que una solución europea y del siglo XXI. Los socialistas siempre han sido muy antiguos.
La novedad actual es la posibilidad del PSOE de aceptar la propuesta de referéndum que vienen preconizando los populistas. Con un referéndum se eliminan, se saltan, todas las reservas y precauciones de la Constitución para su reforma. Si el franquismo desapareció por un referéndum, es evidente que la constitución de 1978 puede desaparecer con otro. El federalismo, el euro, los limites de gasto, las expropiaciones y el intervencionismo irán unidos a la desaparición de la Constitución de 1978. Y su objetivo principal: terminar con la monarquía que es el último freno que va a quedar de defensa de las libertades.
Sánchez antepone su interés de camarilla partidista a la posibilidad de una gran coalición que abordara las reformas, ya urgentes, que España precisa y que son conocidas desde mediados de 1980. Desde entonces, el cada vez más rígido y deficiente Estado de partidos, no ha hecho más que emitir señales de socorro. En lugar de resolverlos, la clase política (y sobre todo los presidentes de gobierno) han dejado que en cada legislatura esos problemas políticos fueran más profundos.
Sánchez hace honor a sus antecesores de izquierdas. En la tradición republicana de Azaña y los socialistas, era mucho más importante defender a toda costa su posición de poder que resolver los graves problemas de España. Por el contrario, Alfonso XIII abandonó el Trono y España, en 1931, porque no quiso un enfrentamiento fratricida entre españoles: Azaña, Prieto y Largo Caballero, ante un golpe de Estado, en 1936, repartieron armas a los sindicatos y extremistas para mantenerse en el poder y eventualmente derrotar a parte del ejército sublevado, iniciando una guerra civil.
Se desconocen los términos del acuerdo de Sánchez con Iglesias, más allá de líneas generales. La experiencia demuestra que cuando el PSOE se ha dejado arrastrar por los comunistas, éstos mandan mucho más que ellos. Mandan por disciplina, coherencia y objetivos claros. El socialismo no tiene nada de eso. En política tener la iniciativa y un proyecto es esencial. El proyecto comunista y separatista es terminar con la Constitución de 1978, el cambio de régimen; el objetivo de Sánchez es mucho más modesto y personal: durar lo más posible en el gobierno, seguir en Moncloa contra viento y marea.
Vienen tiempos difíciles. Ojalá tengamos sólo un mal gobierno y no un gobierno que, con ayuda de los que quieren destruir España como Nación, articule un referéndum tramposo, a la venezolana. Ya sabemos cuál es el resultado final de ese nuevo capítulo de autodestrucción que creímos habíamos abandonado en 1978.
Recordemos que en España, desde el siglo XVIII, desde Carlos IV, ningún príncipe de Asturias ha nacido y muerto en España como Rey sin haber padecido el exilio. Del mismo modo que se ausentan los Reyes, los españoles reclamamos su vuelta; si los populistas y separatistas echan abajo el actual régimen con todos sus defectos, al cabo de unos años veremos de nuevo, la Restauración de la monarquía con el rey Felipe VI o con su legítima heredera, la Princesa de Asturias.