El mundo entero sería Disneylandia para los adúlteros si estos pudieran desvincularse de sus canas al aire con el desparpajo con que José Luis Ábalos se sacudió ayer de los hombros de la americana la sentencia de los ERE. ¿Quién se acuerda ahora de que el actual presidente del Gobierno en funciones ganó sus primeras primarias, las de 2014, con el apoyo cerrado de una Susana Díaz que entre Eduardo Madina y Pedro Sánchez optó por el que luego se convertiría en su peor enemigo?
10.000 papeletas de ventaja consiguió Sánchez sobre Madina en Andalucía, dos de cada tres votos de los 14.574 con que aventajó al vasco en el recuento final. Dicho de otra manera. Sin el patrocinio de Susana Díaz y de la federación andaluza de los ERE, Pedro Sánchez no sería hoy presidente del Gobierno. Apenas un mes tardó el PSOE en darse cuenta del gigantesco error cometido. Y a la cabeza de todos ellos, una Susana Díaz que ayer perdió toda oportunidad de convertirse en alternativa interna al sanchismo. En el pecado lleva la penitencia.
"Pedro es una fábrica de hacer enemigos", dijo un alto cargo socialista a los pocos días de que el nuevo secretario general tomara posesión no ya del cargo, sino del PSOE entero. Según explica el periodista Toni Bolaño en un artículo publicado en La Razón en mayo de 2017, el pánico fue especialmente intenso entre aquellos que habían aupado a lo más alto a Sánchez: Ximo Puig, Carme Chacón, Tomás Gómez, José Blanco, la misma Susana Díaz e incluso José Luis Rodríguez Zapatero.
Ni cotiza en las casas de apuestas que el español más contento ayer por la sentencia de los ERE fue Pedro Sánchez. En primer lugar, por la tranquilidad que concede saber que jamás en cuarenta años de democracia ha contado el PSOE con mayor potencia de fuego mediático que en 2019. "Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos", dijo Donald Trump en 2016. Está claro que Trump no conocía por aquel entonces a nuestro presidente del Gobierno en funciones.
Porque Pedro Sánchez podría hacer mañana ministro del Interior a Arnaldo Otegi y el pedrettismo, ese periodismo que trabaja para el PSOE pero cobra de Prisa, de Jaume Roures o de cualquier otra de las muchas Radios de las Mil Colinas socialistas, no sólo le vería ventajas a la decisión, sino que la consideraría un ejemplo de rigurosa meritocracia aplicada. "¡Ya era hora de que la democracia española pusiera al mando del Ministerio del Interior a un experto en secuestros!", dirían.
En segundo lugar, porque la sentencia fulmina cualquier rastro de resistencia interna que pueda quedar en pie en el PSOE y constituirse en alternativa al sanchismo. El PSOE es ya sólo una cáscara vacía sin capacidad de defensa frente a Sánchez, "un partido inmunodeficiente" en feliz definición de Rafa Latorre, y la sentencia sólo ha hecho que agravar su debilidad, si es que eso era ontológicamente posible.
Ya puede exigir Pablo Casado la cabeza de Pedro Sánchez a cambio de su apoyo a la investidura de un presidente socialista de consenso que no esté dispuesto a gobernar con peronistas, comunistas, presidiarios, golpistas y simpatizantes del terrorismo. ¿Dónde lo va a encontrar? Desde luego, no en el PSOE actual. ¡Como no lo busquen en el PS portugués!