El momento político más potente en comunicación para volver a ganar unas elecciones, después de haber perdido unas elecciones generales, es el breve discurso del líder la noche electoral. La opinión nacional está a la espera del mensaje de grandeza de un líder derrotado. El interés de lo que digan los líderes de partidos minoritarios es secundario. El mensaje del líder del partido con posibilidades de ganar las próximas elecciones se escucha con una enorme atención.
Ese es un mensaje que no se improvisa. Se tienen preparados previamente dos o tres breves discursos diferentes según hayan sido los resultados. Para pronunciarlo con seriedad y solemnidad, la calle no es el escenario adecuado. No es el momento de los forofos, máxime, cuando has perdido las elecciones. Desde este punto de vista, Casado perdió una oportunidad de oro: esa misma noche del 10 de noviembre debió ofrecer formalmente la gran coalición a Pedro Sánchez.
Tanto el PP como el PSOE no terminan de entender que estamos en la recta final de la crisis del régimen de 1978 debido a los chantajes de los separatistas que con un gobierno débil (casi con un no gobierno) se encuentran en el mejor de los mundos posibles.
Es llamativo que los líderes políticos españoles, en su incapacidad de reformas democráticas que demanda la opinión, hacen mucho más caso a las encuestas que a los resultados electorales. Hay varios ejemplos recientes: en 2011, once millones de españoles dieron a Rajoy una mayoría política y parlamentaria para que enderezara el principal problema político español: el riesgo de secesión de Cataluña. Lo dejó en 2018 peor de lo que estaba en 2011.
Dado que el problema que resulta insufrible en España es el golpismo separatista, en abril de 2019, el mensaje del electorado fue claramente que se constituyera un gobierno nacional de centro izquierda con una holgada mayoría absoluta sumando dos partidos, PSOE y Cs. Sánchez y Rivera lo han dejado peor de lo que estaba.
En estos días asistimos al espectáculo de Pedro Sánchez, pendiente para gobernar de un político preso y de un prófugo, que recuerda al error de otro Sánchez en 1931. José Sánchez Guerra, líder del partido conservador dinástico, con el encargo del Rey de formar gobierno, acudió a la cárcel Modelo de Madrid a ofrecer dos carteras ministeriales (que no aceptaron) a políticos presos por haber intentado un golpe de estado. Resultado: lo dejó peor de lo que estaba. Apenas dos meses después, el rey Alfonso XIII se exilió a Francia.
Visto el panorama y la experiencia, el PP está todavía a tiempo y puede convertirse en un instrumento útil para la rectificación y la finalización del chantaje separatista que el ochenta por cien de los españoles padecemos desde 1977. Se trata de que Pablo Casado ofrezca formalmente la gran coalición al PSOE. Si aceptan, constituir un gobierno estable de ambos partidos y realizar las reformas necesarias para mejorar la democracia española que los españoles demandaron en 2011.
Si por el contrario, el PSOE no acepta la generosa oferta del PP y porfía en su alianza con los separatistas y la extrema izquierda, será responsabilidad exclusiva de los socialistas que España se despeñe por el camino de la perdición al depender, en el Congreso y en el Gobierno, de los que quieren destruir la Constitución y la Nación.
¿Hay riesgos? Por supuesto. Pero en política si no se asumen riesgos te conviertes en un seguidista de quien tiene la iniciativa, en un espectador pasivo. El PP está a tiempo de proponer una iniciativa, de ofrecer un camino de salvación, de ser útil a los españoles, a la Corona y a la estabilidad constitucional.