No hay reunión del PSOE con ERC de la que los socialistas no salgan con las dos soberanías hechas jirones. La de la Nación y la del propio partido socialista. Hace una semana, José Luis Ábalos reconocía como si fuera la cosa más evidente del mundo la existencia de un "conflicto" en Cataluña. Es decir, la de una deuda política, histórica y moral de España respecto a la extrema derecha nacionalista catalana, pues eso quiere decir en lenguaje separatista ese caballo de Troya lingüístico que tan alegremente ha metido el PSOE en la ciudadela de la Constitución.
Ayer, los negociadores del PSOE aceptaban ya que el conflicto "que hay que encauzar" es "sobre el futuro de Cataluña". A la vista de la velocidad con la que el PSOE incrementa día a día el ángulo de sus reverencias frente a ERC, uno llega a desear que las reuniones acaben aquí y ahora con un pacto súbito. Porque en dos reuniones más, el PSOE anda regalándole a los nacionalistas catalanes la Giralda. En cuatro más, al primer hijo varón de todos los ciudadanos españoles. En seis más, el ingreso en la UE.
La incapacidad del PSOE para reconocer a la extrema derecha allí donde esta realmente existe empieza a ser sospechosa. Si algo hay que reconocerle al PSOE, desde luego, es flexibilidad. Desde que iniciaron las conversaciones con ERC en Cataluña se ha dicho, por boca de acreditados líderes políticos y sociales catalanes, que los padres que maltratan a sus hijos hablan español, que a España le son indiferentes "uno, dos, tres o cien muertos" en Cataluña y que el colapso de las listas de espera catalanas se debe a los ciudadanos de otras comunidades que vienen a operarse a Cataluña.
Que en Cataluña resulte difícil distinguir ya las declaraciones de algunos de sus líderes políticos, empresariales y culturales de las que haría un simpatizante de los Tigres de Arkan contribuye a dibujar una Cataluña fracasada, terreno yermo para la democracia y para la convivencia entre iguales. Que el modelo del PSC para España sean las ocho naciones que "le salen" a Miquel Iceta, como quien cuenta almejas a la marinera, ya ha dejado de ser una frivolidad para convertirse en una irresponsabilidad que entra de lleno en lo inmoral.
Si con algo no debería jugarse en Europa es con el nacionalismo. Dos Guerras Mundiales debería ser suficiente prueba de ello. Que el PSOE ande sacándose naciones de la chistera en la creencia de que el genio del identitarismo supremacista, los resentimientos territoriales y el odio entre vecinos podrá ser devuelto a su lámpara en cuanto el socialismo considere que este ya ha cumplido su función –acabar con la derecha y con la monarquía– promete una España henchida de odio para la próxima década.
Es ya un argumento arquetípico del socialismo el de que el hecho de que Ciudadanos y PP sufran un nivel tan alto de rechazo entre el nacionalismo catalán y el vasco es la prueba de que la derecha "no entiende" España. Mucho me temo que lo que ocurre es más bien que Ciudadanos y el PP entienden España, y su historia, mucho mejor de lo que jamás la ha entendido el PSOE. Pero, sobre todo, lo que Ciudadanos y el PP entienden mucho mejor que el PSOE es el nacionalismo.
Que el PSOE ande haciendo malabares con las naciones y las nacionalidades en un país donde todo intento de demoler la forma de Gobierno o la estructura territorial –sin asegurar antes un amplio consenso político y social– ha acabado con sangre en las calles debería ser motivo suficiente para que aquellos con influencia sobre los actuales líderes socialistas presionaran con fuerza para detener lo que se está gestando entre PSOE y ERC. Los Balcanes no nos caen tan lejos.