La descristianización de Europa, en su forma más radical, comenzó con el culto a la diosa Razón de la Revolución francesa. El liberalismo moderado era partidario de una reducción de la influencia de la Iglesia en la vida diaria de los ciudadanos en temas tan sensibles como los cementerios civiles, la libertad de educación o el matrimonio civil. Por su parte, la izquierda radical llevó el anticlericalismo a episodios de violencia, en España, desde 1931 hasta 1939.
La Constitución de la II República contenía un artículo 26 en el que se proscribía cualquier actividad docente de las órdenes religiosas así como desempeñar cualquier oficio o comercio. Resultado: los religiosos profesos sólo podían vivir de la caridad de los feligreses. Y eso, bajo un control de ingresos por parte del Estado. Con la victoria electoral liberal-conservadora en 1933 hubo un intento de contrarreforma que recibió la respuesta de una sublevación revolucionaria en octubre de 1934. La Constitución de 1931, patrimonializada por Azaña y los socialistas, era la nueva Biblia: intocable.
De forma natural y espontánea la influencia religiosa ha decaído notablemente en España al igual que el resto de Europa. Lo que resulta llamativo es la sustitución del tradicional anticlericalismo de la izquierda radical a favor de una suerte de militancia cultural de descristianización con ocasión de las fiestas de Semana Santa, del contenido religioso del Camino de Santiago, etc. y, sobre todo, con las fiestas de la Navidad.
En los diez o doce últimos años toda la progresía, en los medios de comunicación, hizo un denodado esfuerzo en bautizar las Navidades como fiestas saturnales, paganas. No había ocasión en la radio, TV o en prensa en que no repitieran que el origen de la navidad no era cristiano, sino debido al culto al Dios romano Saturno.
En diciembre de 2018 y 2019, una importante firma comercial ha sustituido la ilusión de los niños con los Reyes Magos por la “magia” de los Elfos. Los Elfos, deidades menores de la mitología germana y nórdica, aparecen como los nuevos protagonistas de los regalos de estas fechas, quizás para no molestar a otras religiones o a los agnósticos más o menos irascibles.
Todo ello me lleva a una reflexión. Independientemente del grado de religiosidad de cada uno (que forma parte de la libertad individual), desconocer, tergiversar o eliminar la esencia religiosa y cultural de Europa supone un grave error. Europa ha sido un faro cultural, religioso, político y modelo de libertad individual para todo el globo desde el Renacimiento en el siglo XV y XVI. Desconocer la deuda histórica del cristianismo o sustituirlo por Saturno o los Elfos da una idea del desconcierto de los políticos y de los gerentes de empresa españoles y europeos.
Quizás con Saturno y los Elfos los partidos políticos obtengan más votos y la cuenta de resultados beneficie a las empresas, pero parece que lo que se pretende es diluir la historia cristiana de los estados nación, ámbito territorial de la gran cultura europea. Como decía Churchill: “una nación que olvida su Historia, no tiene futuro”. En definitiva, no creo que Europa en general, y España en particular, mejoren con la sustitución de la Navidad cristiana y los Reyes Magos por los dioses paganos en integración, cultura, estabilidad y calidad democrática.