Van a tener razón quienes auguraban grandes prodigios y fenómenos extraordinarios con la llegada de Sánchez e Iglesias a la Moncloa. Por lo pronto, ya somos la primera democracia avanzada del mundo donde, tras el nombramiento de un nuevo presidente, la prioridad de un buen puñado de televisiones, periódicos y cadenas de radio es fiscalizar a la oposición.
Al hilo de la nueva realidad que nos deja el investicidio de Sánchez, Marlaska ha ordenado retirar el despliegue especial de fuerzas del orden en Cataluña y reforzar la seguridad del nuevo mártir nacional, el diputado Guitarte, ¡dónde va a ir a parar Ortega Lara al lado del turolense!
Después de haber asistido a la convocatoria de manifestaciones como la de "rodea el Congreso", cuando recién gobernaba el extremista Rajoy, y a las más recientes ante las puertas del Parlamento andaluz durante la investidura del fundamentalista Juanma (el nombre lo dice todo de su ferocidad) Moreno, con autobuses fletados por agrupaciones del PSOE, vemos cómo basta decir una palabra más alta que otra desde la tribuna para que a uno le acusen de "extorsión intolerable" o "violencia contra la democracia".
Queda inaugurada la ilegítima oposición.
Al ver las lágrimas de Iglesias, Irene Montero y Echenique en el hemiciclo recordé, ¡qué contraste!, aquellas otras de tantas y tantas personas que, la mayoría con arrugas, se echaron espontáneamente a la calle tras el primer triunfo de Felipe González en 1982. Mayoría absoluta veinte meses después del 23-F y transcurridos apenas siete años desde la muerte de Franco. España, creímos, pasaba definitivamente una página de su historia.
Extraño sentimiento ese de Iglesias, Montero, Echenique y sus socios de kleenex, que han interiorizado que son ellos quienes, cual Prometeo, aliados de los mortales, nos traerán la verdadera enseñanza pública, la sanidad pública verdadera y las pensiones revalorizadas al ipecé.
Como sorprendente es que crean -o finjan creer- que cuarenta y cuatro años después de la muerte del dictador y treinta y siete de la primera victoria del PSOE hay más franquistas hoy en España que entonces.
Es que ya no le damos ni los cien días de gracia a la oposición.