Puede parecer chocante o incorrecto pero soy de la opinión de que la diversidad de oferta política electoral y de programa del centro-derecha y derecha española favorece y no perjudica. Sólo hace falta aplicar un poco de inteligencia en la relación de los tres actores durante la legislatura y en los comicios, dada nuestra ley electoral.
En el amplio abanico de opiniones, en el espacio político del centro hasta la derecha, hay un acuerdo básico en temas esenciales como la unidad de la Nación o políticas racionales y equilibradas sobre inmigración. Sin embargo, en otros temas, de modo completamente comprensible y legítimo, hay sensibilidades distintas en cuestiones como el presente y futuro de la UE, la eutanasia, el aborto o la gestación subrogada.
En el debate sobre la reunificación del centro derecha los argumentos son preferentemente utilitaristas y hechos desde la cúpula del interés de los partidos: es más fácil ganar unidos que separados. Es una reflexión desde arriba; no desde abajo.
Ese utilitarismo de las elites políticas y periodísticas olvida el interés y representación de los ciudadanos. Pero es que además, el abanico de atracción de electores es más amplio separados que unidos. Por ejemplo, votantes socialistas descontentos con Sánchez por hacer precipitadamente un gobierno sometido a la extrema izquierda y al separatismo, son más fáciles de atraer hacia Cs que hacia el PP.
Cs posee el valor añadido de poder pactar más fácilmente una mayoría parlamentaria con el PSOE, lo cual es una solución mucho más satisfactoria para los españoles que la dependencia de Sánchez de los separatistas de Oriol Junqueras.
Por otra parte, muchos exvotantes del PP, descontentos con su pasividad en el tema del aborto, prefieren votar a Vox. De ahí que los tres partidos representen un abanico más amplio, mejor representación y satisfacción del voto en conciencia de los electores.
En otras palabras, creo que “España Suma” suma más dividida y en listas conjuntas como oferta electoral sólo para los comicios que un retorno a un gran partido de la derecha. Las opiniones distintas y opuestas en elementos éticos, ideológicos y políticos se recogen mejor, más fiel y fácilmente con la triple oferta, Cs, PP, y Vox.
En 1990 y en 1993 creímos y entendímos que la prolongada y aplastante hegemonía del PSOE de Felipe González precisaba un partido de la derecha amplio, fuerte, centralizado y unido. La victoria pareció darnos la razón en 1996. ¿Qué ha cambiado para defender ahora lo contrario? La experiencia.
En primer lugar, una nueva victoria por mayoría absoluta, como la que el PP obtuvo en 2011, no garantiza las reformas que España precisa. A diferencia de 1990, el PP se ha convertido, hasta ahora, en un pasivo seguidista socialdemócrata.
Los votos otorgados al PP en 2011 sirvieron para casi duplicar la deuda (así se evitó la intervención de los “hombres de negro” de la UE) y para que el presidente del gobierno se atrincherara en su mayoría parlamentaria. Rajoy mataba el tiempo mientras esperaba que alguien le llamara, como el penoso y revelador episodio telefónico del falso Puigdemont a la Moncloa. Por eso creció Cs y nació Vox.
En segundo lugar, los españoles hemos comprobado que la oferta electoral separada ha sido capaz de doblegar al PSOE en su feudo, Andalucía, e impedirle el acceso al poder en la Comunidad de Madrid. Lo cual sugiere que los tres partidos pueden ganar las elecciones generales separadamente siempre que se actúe con una cierta habilidad e inteligencia.
No tengo la fórmula mágica (como los pretendidos gurús) pero sugiero algunas ideas. La lección del fracaso de Rivera debe hacer olvidar objetivos partidistas alicortos: ni el sorpasso, ni la absorción. Si esto se produjera de modo natural y no forzado depende de la decisión de los protagonistas o de una preferencia de los electores. No creo que la reunificación sea conveniente como resultado de descalificaciones recíprocas, a lo largo de la legislatura, entre partidos que comparten valores esenciales similares.
En las provincias con un elevado número de escaños, los partidos de centro y la derecha se pueden presentar separados sin gran perjuicio por cuanto los restos perdidos, no aprovechados, son muy limitados. Sin embargo, en las provincias de un reducido número de escaños se impone la fórmula de listas conjuntas (distinto de una coalición con programa común), como se hizo en Navarra. Y por supuesto, para el Senado, la unión de candidaturas de los tres partidos es imprescindible si se quiere ganar la mayoría en la Cámara Alta.
Las próximas elecciones regionales del País Vasco, Cataluña y Galicia requieren otro artículo pues son tres escenarios muy diferenciados. Pero mucho me temo que algunas reflexiones hechas para las elecciones generales también son válidas para las inminentes elecciones autonómicas.