Charles Eugster está muerto, pero eso no es extraño: nació en 1919. Lo llamativo de este odontólgo suizo-británico no es su muerte, sino su vida: la alargó hasta los 98 años, y lo hizo en unas condiciones de tremenda excelencia.
Tanta, que tres años antes de fallecer en abril de 2017, batió el récord del mundo de 200 metros para mayores de 95 años. Eugster corrió en 54.77 segundos esa distancia. Esto es, tardó 35 segundos más que Usain Bolt en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, cuando ridiculizó a todos sus rivales, pero tenía 73 años más que el jamaicano.
No son, tampoco, especialmente trascendentes las medallas, eso es cierto, aunque tanto el atleta de la isla caribeña como el dentista de Londres afincado en Suiza obtuvieron un buen número de ellas en distintas modalidades en las pistas de atletismo. Uno, durante sus primeros años como profesional; el otro, en los últimos de su existencia.
Pero lo verdaderamente significativo de Eusgter es la enseñanza que dejó al ir apurando su vida, que se podría resumir subrayando que la edad no es ningún obstáculo para la consecución de objetivos o de logros. De hecho, en su opinión, los últimos años constituyen una de las más hermosas etapas de entre las que van apareciendo ante nosotros, a menudo con capacidad para sorprendernos.
Al menos, explica Eugster, si se hacen las cosas como él propone. La clave de una vejez formidable reside en un trío de conceptos que han de seguirse con perseverancia y atención, y que probablemente no representen sorpresa alguna: trabajo, dieta y ejercicio. Y eso es todo, todo lo que hay que hacer para alcanzar la última edad compitiendo en foros internacionales, como hizo él, y disfrutando de un reconocimiento y una fortaleza física y también mental envidiables.
Por supuesto, Eugster no es la única referencia en cuanto a deporte a nivel competitivo a una edad especialmente avanzada. Fauja Singh, el maratoniano centenario británico de origen indio, es una de las mayores. Tiene ya 108 años y hasta hace poco seguía corriendo largas distancias.
Orville Rogers fue capaz de conseguir notables éxitos durante sus años como nonagenario, y solo dos semanas le separaron de cumplir los 102 en una gran forma, el pasado noviembre. Poco antes, con 100 años, batió a Dixon Hemphill, de 93, por medio segundo en una carrera tan intensa y tan asombrosa que se hizo viral.
Pero lo trascendente no es, por supuesto, ser capaz de correr superados los 90 o al filo de los 100 años, cuando la mayoría lleva una vida -si tiene la fortuna de seguir aquí- fundamentalmente sedentaria, aunque por supuesto no deja de ser extraordinario que eso pueda suceder. Lo importante es, como dijo Eugster, ser consciente de que la vida no se acaba hasta que realmente se acaba.
Él lo sabe con certeza: a la edad a la que otros se retiran de todo, él comenzó a correr esprints, tenía 95 años. “La sociedad nos amenaza con una fecha de caducidad, pero eso es ridículo. Si reciclamos todo, ¿por qué no reciclamos también nuestro cuerpo?”.
Eugster quiso empezar una revolución y, de algún modo, la lideró. Solo falta seguir su ejemplo; no existe una fecha determinada para abandonar el planeta de los vivos; el mientras tanto es la vida, lo que importa.