Todo el mundo tiene una tía Loli. La mía es hermana de mamá, y, como todas, ha ido reduciendo su mundo a la comprita de cada día y a la cartera bien prendida del sobaco. Llama a su hermana pequeña Chari cada mañana (tarde y noche) para ver si todo sigue igual.
Todo el mundo tiene una tía Loli. Hasta mi ex tiene una. Son un anclaje al mundo de las nostalgias, testigos en vida de lo que sí queda de una España a la que, ya hace mucho, no iba a reconocer ni la madre que la parió.
A mí los Reyes Magos nunca me trajeron el Tango España, pero mi tía Loli sí me regaló mi primera equipación de fútbol de verdad. Yo coleccionaba cromos de Santillana y Camacho, pero vestía del Betis cuando bajaba al parque con mi amigo Tanis.
Ya entonces gobernaba Felipe y nadie más que yo tenía un amigo Tanis. Bueno, también Mario, el del restaurante en El Pardo. Éramos tres. A Mario le doy like en sus fotos de FB y Tanis se fue con el primer acné a Santiago, le perdí la pista... aún empecé la universidad con González, pero acabé Periodismo con Aznar, el del dóberman.
Aquello sí fue el fin de la Transición y no lo de ahora. Los políticos de hoy se insultan mucho ante las cámaras y gritan fuerte que se rompe España para convencernos del apocalipsis que viene con cada alternancia en el poder. Ya está muy visto y no cuela: lo del perro nos cortó el mus en la cafetería haciendo pellas de Sociología, y todavía no conocía a la madre de mis hijas, que ya tenían granos cuando he soplado 44 velas.
Todos tenemos una tía Loli y todos los partidos azuzan ahora un can de pega. Así se ganan los retuits, que son los titulares a cinco columnas de hoy. Más efímeros y, por tanto, huecos. Acúsenme de nostálgico, a mí que nací ya viejuno de morriña porque llegué un lustro tarde a los Beatles. Tenía que ser la música de mis padres y es la mía.
A veces pienso en cómo lo que viví de chaval y lo pasado desde que firmé mi primera historia en El Mundo hace que vea este país con unos ojos distintos a los de mi vieja. Ella ni aspiraba a balón de reglamento, de pequeña jugaba con su hermana Loli a tirar del tendón de una pata de pollo. A Franco le quedaban 20 años para morirse.
Esto ha cambiado mucho. Mis hijas no tienen una tía Loli, jamás han abierto un periódico de papel, y el presidente no es del Betis: éste dice que sile y que nole a un cromo diferente cada día.
La mayor se acaba de hacer tuiter, y me sigue. Ojalá sepa contarles, también por ahí, que si ellas quieren, las profecías gritonas del fin de los tiempos se equivocan. Ojalá ellas logren que a mi nostalgia de lo pasado no la reconozca ni la madre que las parió, no sé... cuando yo tenga 64.