Fernando Simón asegura que “si no hemos llegado al pico, estamos muy cerca”. Pero el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias también afirmó el 31 de enero que España no iba “a tener más allá de algún caso diagnosticado”. Y sin embargo somos, hoy, el cuarto país del mundo que más está sufriendo esta tragedia que ya ha transformado el planeta.
El hombre que al parecer cae bien a todo el mundo, porque no se pone traje, o por su aflautado tono de voz, o por la calma con la que traslada las gigantescas miserias de estos días, no se puede decir que acertara con su predicción. También fracasó en estrategias, como cuando señaló el 4 de marzo que no procedía cerrar los colegios, aunque ya hubiera menores infectados de coronavirus. O cuando dijo que la convocatoria de la manifestación por el Día Internacional de la Mujer no suponía un problema –“si me pregunta mi hijo (sobre su asistencia) le diré que haga lo que quiera”- porque no constituye “una afluencia masiva de personas de zonas de riesgo”.
Sin embargo, cada día parece más claro que aquella manifestación, como el mitin de Vox o los partidos de fútbol y de otros deportes de ese fin de semana constituyeron un foco de infección de unas proporciones formidables. No, por muy bien que caiga, no es Simón el epidemiólogo con mayor credibilidad del mundo en este momento; aunque ojalá esta vez acierte. Eso queremos todos.
Tampoco es fácil creer que España supere a China en fallecidos por esta enfermedad, como establecen ahora las estadísticas. El país asiático no ha sido nunca un ejemplo de transparencia, y no lo va a ser ahora que medio mundo lo culpa por esta inmensa calamidad, así que no resulta fácil confirmar los datos de contagiados y fallecidos que el Gobierno de Beijing ha aportado.
Es cierto además que en China tratan de desviar la atención internacional sobre el origen de la pandemia hacia cualquier otro lado. ¿Fueron los estadounidenses quienes llevaron el virus a los Juegos Mundiales Militares de Wuhan entre el 17 y el 28 de octubre, como algunos políticos chinos se esfuerzan en trasladar? ¿Tuvo algo que ver la “extraña neumonía” que se descubrió en la zona italiana de Lombardía, que afectaba particularmente a ancianos, antes de que se descubriera el primer caso en Wuhan, como recordó recientemente Giuseppe Remuzzi, director del milanés Instituto de Investigaciones Farmacológicas Mario Negri?
Las teorías conspiratorias, en medio de la guerra comercial que a un nivel poco tangible siguen manteniendo Estados Unidos y China, así como su lucha por la supremacía mundial, se suceden, pero no permiten aclarar nada. Solo constatan lo enfrentados que están Xi Jiping y Donald Trump mientras más de dos mil millones de personas continúan asustadas y confinadas en sus casas. Quién sabe por cuánto tiempo.
Y, por lo que se conoce hasta ahora, por mucho que se empeñe Beijing, el origen más probable parece el mercado de Wuhan, ciudad que lleva dos meses en cuarentena y que no levantará hasta el próximo 8 de abril.
En ese momento, en España seguiremos viviendo bajo el Estado de Alarma, seguramente aún sufriendo mucho en todos los ámbitos, probablemente todavía entre los países del mundo más perjudicados. Ya nos acercamos a los 50.000 contagiados oficialmente, con más de 3.400 muertos.
En Italia, el virólogo Andrea Crisanti estima que podría haber hasta 450.000 contagiados en todo el país. Nuestra curva, la que Simón quiere aplanar, es ya más acentuada que la italiana. Ojalá que esta vez Simón tenga razón y, de verdad, estemos llegando al momento en el que el arco que refleja la tragedia que estamos viviendo comience a perder verticalidad.