Mucho se ha visto desde que empezó este secuestro civil de los españoles: de la resiliencia de los ciudadanos más vulnerables al afán de controlar los memes y los balcones. En llegando a los dos meses, se nos va quedando ya cara de tresillo con el alma por los suelos. Y luego el niño, que cada vez exige más, que se va asalvajando, que se pasa por el forro las clases telemáticas y está abonado a la Play y al fumeque.
El confinamiento mental deriva en la anhedonia, un estado moral muy de Sánchez y Redondo, de quienes ha salido ahora la "cogobernanza" como salió la "nueva normalidad" y otros conceptos de humo y palabrería. Contra esta vacuidad uno siente cierto temblor ante la apostura macho de Ábalos, en la hora de la siesta, cuando vino sacarle a la derecha muertos preventivos y toda esa gramática parda de aguafuerte y anís que sí, que es la más nuestra.
Ábalos, tranquilo e indolente, apareció para mandar el encargo de que fuera del estado de alarma todo es caos. A Ábalos los trenes se le van quedando pequeños y muertos antes de llegar a vía muerta, y quizá por eso nos gusta verlo gallear como portavoz del socialismo de siempre. Ábalos da los bandazos justos en esta nueva normalidad, pero por contraste hace palidecer a Ribera y a sus cosas verdes, 'veredes' y oscuras.
Ábalos sale como mensajero del miedo, como Julio Salinas en el último minuto cuando Clemente... sólo Ábalos, con la fuerza cañí de la chaqueta desabotonada e inarmónica, tiene en sí la dialéctica de los pactos y las cañerías, y donde no llega Carmen Calvo, llega Ábalos con sus mensajes heavy metal.
Es ellos o el caos, el intento de mantener la engañifa de que sólo el estado de alarma os hará menos pobres. El socialismo español ha encontrado en la excepcionalidad los nuevos viernes sociales, y de esa burra no se han bajado hasta que Arrimadas ha revertido los balcones en centrismo.
A estas horas en que escribo, los socialistas siguen genuflexos, los peneuvistas con el cazo y la uniceja, y España pendiente del rejón de muerte que advirtió Ábalos.
Lo de siempre pero contagiados hasta la bola, tan ilusos y asintomáticos que se nos diría todo de algodón...