Dice la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, que no es que no sea transparente nuestro Gobierno, que lo que ocurre es que cada país elige su método de transparencia. Y lo dice, lo juro, sin reír nerviosamente. Sin sonrojarse siquiera.
España ha elegido el suyo. Un método innovador, moderno, vanguardista. Ha elegido, atiende, no tener operativo el portal de transparencia. Ha elegido también no dar a conocer los nombres de los expertos que componen el comité científico del Covid-19. Y ha elegido, incluso, no dar a conocer los criterios objetivos que permiten los cambios de fase y no publicar los informes hasta que todas las autonomías estén en la misma fase.
Como método de transparencia es, como poco, peculiar. Surrealista. Casi revolucionario. González Laya es una especie de Magritte contemporánea, negándonos lo evidente para obligarnos a pensar en profundidad: Ceci n’est pas censure.
Y no es censura, tiene razón Magritte. Digo Laya. Es la representación de la censura, no es la censura en sí misma. No se ha cerrado el portal de transparencia, solo está reservado el derecho a no contestar, anulando los plazos de respuesta. No se ocultan los nombres de los expertos, no se esconden sus identidades. Lo que ocurre es que no se proporcionan esos datos. Los criterios y los informes existen, solo que se mostrarán en su momento. Es transparencia, pero a su manera. Una transparencia turbia, como traslúcida más que cristalina. Pero transparencia al fin y al cabo.
La misma transparencia con la que Sánchez, ante las preguntas de los periodistas de la revista del Colegio de Mediadores de Seguros de Villarrobledo, Jara y sedal o Ser Padres Hoy, contesta lo que quiere -tenga que ver o no- y si quiere. La misma con la que muta constantemente lo que está permitido hacer en cada fase, en qué consisten las fases e, incluso, las fases mismas -dios, esa fase 0,5 es gloriosa-.
Es la transparencia con la que se nos ha informado de la compra de mascarillas, sus devoluciones, sus nuevas compras, los intermediaros, los errores. La transparencia de los estudios falsos, de la censura en redes, de las mascarillas ahora recomendadas/ahora obligatorias. La transparencia en las cifras, en las imágenes, en las responsabilidades. Transparencia Sánchez.
¿Os acordáis cuando los políticos mentían pero, al menos, disimulaban? Lo echo de menos. La pandemia me pone nostálgica.