Lo grave del vídeo filtrado de La-que-no-debe-ser-nombrada no es que diga “o sea” o “tía” continuamente. O que tenga acento pijoflautil, poligonero o amarquesado, que yo no soy capaz de distinguirlo. Yo por el acento no sé si alguien es gaditano o de Valladolid, no diferencio a uno de Pitis de uno de La Moraleja. Yo solo distingo a los murcianos de todos los demás.
Lo grave del vídeo no es que diga que la causa de la menor asistencia a la manifestadión del 8-M sea el coronavirus. Eso ya lo pensábamos todos. En realidad lo grave es que reconoce que sabían entonces, cuando fue autorizada, que en otros países ya se estaban tomando medidas “superdrásticas”.
Lo gravísimo es que sabían que, pese a ello, la capacidad de control de la epidemia era muy limitada. Lo dice ella, no yo. Palabra tras palabra y en ese orden: “la capacidad real de control que están teniendo es muy limitada tomando medidas superdrásticas”.
Si tomando medidas “superdrásticas” la capacidad de controlar la pandemia estaba siendo muy limitada, supongo que lo que esperaba la ministra autorizando una manifestación, tomando medidas súper-poco-drásticas, infradrásticas, sería encomendarse al azar, confiar en que la divina providencia fuese feminista. Que la suerte ese día quisiera volver a casa sola y borracha.
Lo grave es que, a continuación, se desprende de sus palabras que estaban al tanto ya entonces también de que mantener la distancia social era la manera de prevenir el contagio y que era imposible hacerlo en una manifestación como la del 8-M. “Es que esto es ya cierre del Ministerio”, dice.
Todo eso se sabía -ahora sabemos nosotros que se sabía, aunque lo negaran, porque se lo hemos visto decir a la propia ministra- y se autorizó imprudentemente esa manifestación.
Quedarnos en el inicio del vídeo, en el “pues tía, creo que al coronavirus” o el “o sea, no lo voy a decir porque no lo voy a decir” es quedarnos en lo obvio. Claro que fue menos gente a la manifestación debido al coronavirus y claro que no lo va a admitir en una entrevista. Es justo lo que viene después lo que retrata perfectamente al personaje y a la situación.
El momento en el que ella, tras reconocer que otros países europeos están teniendo serios problemas para contener los contagios pese a tomar medidas “superdrásticas”, a modo casi de caricato, se mofa de la dificultad real de mantener distancia, de evitar los besos o los abrazos, el contacto físico. “La mano no… justo la mano no”.
Ver hoy a la ministra, a lo Chiquito de Galapagar, haciendo befa de una situación de riesgo, sabiendo como sabemos los datos que conocía, es despreciable. Así que lo diré a su manera, en formato consigna coreable, que quepa en una chapa o en una camiseta: Dimitir no es un nombre ruso.