La pandemia privó a miles de lectores de los actos de presentación y firma de libros con que las editoriales y los autores dan a conocer sus novedades. Esta inconveniencia no impidió la adquisición a quienes andábamos predispuestos, pero ha supuesto un menoscabo para la promoción de decenas o centenares de libros cuya divulgación no merece quedar limitada al interés de los muy cafeteros.
En el inventario de divulgaciones interrumpidas por la pandemia quedó Los desnudos, de Antonio Lucas, editada por Visor, cuyo manuscrito fue galardonado con el último Premio Generación del 27, y cuyo conocimiento y disfrute resultará preceptivo para cualquiera que conozca la gratitud inmanente de la poesía.
La lectura de Los desnudos confirma a Antonio Lucas -junto a Caballero Bonald, Vilas, Marzal, Maillard o Margarit- como uno de los grandes poetas vivos en España y lo eleva a un grado superior de madurez y depuración dentro de su trayectoria creativa.
En Los desnudos acontecen una belleza, una serenidad, una riqueza de la mirada y una profundidad reflexiva alumbradoras, a partir de una indagación sin estridencias sobre el amor, la amistad, el hogar, el paso del tiempo y la propia identidad. El gozo de su lectura convierte este libro en uno de los acontecimientos literarios del año, por mucho que la nueva peste y su resaca de miseria se empeñen en privarnos de un amago de felicidad.
En este poemario aprendemos que "una casa es un corazón que crece lento"; que "el hombre no puede perder el saldo de su asombro"; que "también crecer es defraudar el daño prometido"; que "quien te ama te inventa"; y que "a cierta edad sólo compartes con el mundo / la misma idea de soledad que extienden los hoteles".
A quienes les resulte difícil sustraerse del veneno de la política y la crispación de "este país herido de sí mismo" recomiendo la lectura de España, una revisitación sobre el estado moral del país a la altura de Antonio Machado, Gil Biedma, Celaya o -ya de este tiempo- el citado Manuel Vilas.
Hay muchas personas que tienen la poesía como una especie de reserva de los extraños, o incluso como un coto limitado para eruditos y pedantes. Pero leer poesía sin prejuicios suele convertirse en un acto de reconciliación con la vida y en un lenitivo contra el desasosiego y la intemperancia habituales en la representación mediática del mundo.
El mundo es hoy abrumadoramente pandemia, crisis y vulnerabilidad. El mundo es sobre todo ansiedad, incertidumbre y atolladero. Pero el mundo y la vida también son el amor, la amistad, el cielo, el paseo, el descanso, la sonrisa de los niños, la lentitud, el mar y la montaña. Incluso en la ponderación de una tristeza puede hallarse el milagro de la reconciliación a través de la poesía.
La lectura de buenos poemas, ya aparezca la creación como ejercicio estético o sobre el estribo del compromiso, produce a una subversión emocional e intelectual frente al orden dictado por los acontecimientos.
El autor dice de sí mismo que no abraza "más consigna que el poema". Y basta leerlo para pensar que dice verdad y que su voz esgrime un arma cargada de presente. Leed a Antonio Lucas. Se lo agradeceréis.