Esta recomendación es especialmente indicada en las provincias vascas pero sirve también para las próximas elecciones en la región catalana o las que se convoquen en su día en las Islas Baleares o en el antiguo Reino de Valencia.
El gran engaño del PNV es presentarse ante el electorado vasco con un proyecto estratégico separatista pero ocultándolo en cada elección autonómica. El llamado voto útil es útil sobre todo para el PNV; sirve para obtener votos moderados de vascos españoles y para el reforzamiento de un partido cuyo objetivo declarado es una república independiente vasca anexionista de Navarra.
Hasta el inicio del siglo XX, Euskadi era sólo una ensoñación de Sabino Arana. Nunca antes existió una unidad política soberana de las dos provincias vascas y del Señorío de Vizcaya. El PNV se auto erige en portavoz de todos los vascos y señala en su Manifiesto del Centenario: “Los vascos de los seis territorios [cuatro españoles, incluido Navarra y dos franceses] constituimos un mismo pueblo unidos por su origen y por su voluntad, dueño de sí mismo, sin que reconozcamos ni acatemos otra soberanía”.
Es una declaración de intenciones pero sin soporte en la Historia ni en la evidencia. Los valles y costas habitadas por vascones admitieron la soberanía de Roma, de los visigodos y de los árabes. Otra cosa es que, dada su marginalidad y su pobreza, los núcleos dispersos de población (sin una sola ciudad o capital política) no fueran expoliados ni arrasados: no hacía falta.
Los vascos, tardíamente cristianizados en la Edad Media, no dudaron en tener soberanos. Gracias al Rey de Castilla, Enrique IV, Señor de Vizcaya, y a los Reyes Católicos, las villas, con fueros concedidos por los reyes, agradecían la seguridad y garantías de la autoridad real que puso fin a las sangrientas luchas medievales de los banderizos. Hoy el Señor de Vizcaya es el Rey Felipe VI.
Los vizcaínos reconocían al Rey como soberano, como demuestra el acto de besamanos de los Parientes Mayores a Fernando el Católico o la existencia, durante quinientos, años del cargo de corregidor, representante del rey, que presidía las Juntas del Señorío y de Guipúzcoa. Esta última se adhirió a Castilla en oposición secular a Francia y al Reino de Navarra, hasta que en el siglo XVI, Fernando el Católico incorporó el importante e influyente Reino de Navarra a la Corona española.
Antes, durante y después, miles de vascos acudieron a la convocatoria de los reyes de Castilla, ya fuera por su llamada para las guerras y batallas estivales contra los reinos moros en la Reconquista o, después, en la gran aventura de la conquista, colonización y administración de América.
El proyecto separatista de Euskadi es un constructivismo estatista excluyente, racista, anexionista y contrario a la tradición foral vasca de esencia provincial. Por eso los nacionalistas han diluido todo rasgo de foralismo provincial en aras del gobierno vasco centralista en contra de la tradición liberal y monárquica de los gobiernos de las diputaciones provinciales y de las ciudades de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Hoy los presidentes de las diputaciones forales son meros funcionarios del PNV supeditados al gobierno del lendakari y de la sede del PNV en Bilbao.
El presidente Urkullu, en campaña electoral, intenta calmar al empresariado vasco asegurando que no discurrirá por el camino catalán de la declaración unilateral de independencia, pues no le apetece terminar exiliado y pensionado en Bélgica como Puigdemont.
En efecto, su plan es doblegar al gobierno de España con los votos del PNV más los de Bildu y Podemos con un cierto seguidismo del PSE-PSOE. Con ese aval, el gobierno vasco exigirá la celebración de un referéndum para aprobar un estatuto inconstitucional. Por otro camino, más hábil y ladino que el de CiU y Esquerra Republicana, el PNV aspira a cumplir su sueño de Estado vasco soberano.
El nuevo Estatuto va a ser el elemento político principal de la próxima legislatura y del futuro del País Vasco. A pesar de ello, en el programa del PNV enviado a los electores vascos, como quien no quiere la cosa, discretamente, en décimo lugar, los nacionalistas indican: “Cumplimiento íntegro del Estatuto de Guernica y nuevo estatus político para Euskadi”. El nuevo estatus será el acordado con Bildu. ¿Cree el votante no separatista del PNV que el nuevo Estatuto va a estar más cerca de lo que propongan los constitucionalistas o de lo que pretenden los bilduetarras y Podemos?
Para el PNV los estatutos de 1936 y el de 1979 han sido siempre pasos intermedios hacia en nuevo Estado vasco, no estaciones de llegada. Conviene aprender de la experiencia catalana y no caer en los mismos errores. Muchos votantes catalanes no independentistas creyeron que CiU era un partido heredero del sentido moderado y leal de la Lliga Regionalista de Cambó, quien propugnaba “una Cataluña grande en una España grande”. Pero Jordi Pujol, además de enriquecerse, pretendía un reforzamiento del partido de Convergencia en la dirección de la independencia. El resultado fue el procés de Mas y el referéndum de Puigdemont.
Los votos que el PNV interpreta como apoyo a su programa separatista conducirán a la inestabilidad y a la escisión interna de la sociedad vasca como ha ocurrido en Cataluña. Por ello es muy recomendable que en esta convocatoria electoral del 12 de julio los electores no separatistas elijan bien su voto y lo confíen a los partidos constitucionalistas. En otras palabras: si usted no es separatista, no vote nacionalista.