Aprieta el sol inclemente y estorba la mascarilla. Que si por la nariz, que si por la boca, el aire entra y sale puro desorden. Y qué placer cuando te la quitas. Si todo fuese tan fácil.
No sé si empezar por el acoso al Rey, los recortes que se venden como un éxito de Sánchez, el carajal pandémico autonómico o los rebrotes que festonean el mapa de España como los soles de la previsión meteorológica.
Con el calor, hay gente que se siente inmortal y cree poder eludir al bicho por su santa voluntad. Muchos jóvenes celebran la vida en fiestas y botellones sin más precaución que la de su edad, como si eso les hiciese inmunes, y no lo son, y menos lo serán para sus abuelos. Todos los derechos, ninguna responsabilidad.
Será que no han visto un solo cadáver durante el confinamiento, que sólo han oído cifras o que si el Gobierno ha mentido sobre el número de muertos, por qué tendrán que creerse los peligros para los vivos.
Lo que sea, pero volvemos a la casilla de salida sin necesidad de que llegue el frío. Y nos pilla con los sanitarios exhaustos y la economía hundida y lo que es peor, sin una sola medida para coordinar a las autonomías, como si efectivamente para Sánchez/Iglesias nunca hubiese habido un plan B ni nada distinto al mando único sin responsabilidad (esos ancianos de los que reniega Iglesias, pero sólo de los de Madrid) y el estado de alarma, de susto, de arbitrariedad.
¿Nueva normalidad? Acabadas las homilías diarias del padre Sánchez, ahí nos quedamos, para que nos demos cuenta de que no se nos puede dejar solos y de que de todo lo que nos pase desde que levantó el pedal del freno, es culpa nuestra. Y ojo, que nos vuelve a encerrar.
Sin necesidad de pandemia, ya habíamos batido el récord de déficit, de parados y de deuda pública. Ahora, nada puede sino empeorar. Por eso Sánchez salió de gira a pedir un rescate que en el idioma de Iván Redondo no se llama así, como tampoco los recortes que vienen tienen tal nombre.
Y la pírrica victoria de conseguir una hipoteca nos la cuenta Sánchez bajito (como hablan los europeos frugales) y nos lo vende como que todos -incluida España- vamos a contribuir a la reconstrucción de la Europa postcovid. Y claro, sus ministros le reciben entre aplausos y alharacas porque de cómo pagar lo que nos prestan, ya hablaremos mañana y del “freno de emergencia”, mejor no hablar. Hoy comemos, mañana ya se verá.
Caso aparte es la versión de la película de Pablo Iglesias, en twitter, en inglés y con las preposiciones locas. Lo que nos viene de Europa no sólo no es un rescate sino que las reformas que nos exigen, son puro programa de Podemos. Gracias.
El mejor resumen, no obstante, es la fotografía del acuerdo: donantes y peticionarios sentados a la mesa con bolígrafo y folio. Sánchez, no. Su porción de la mesa, limpia. Todo está en su cabeza.
Pero vayamos a lo importante, que no son los rebrotes, la falta de medios con que hacerles frente, ni la crisis en la que ya nos hemos metido de hoz y coz.
Lo crucial, lo medular, lo primero en la agenda informativa y en el triturador de las redes es derribar la Monarquía. Unos porque es garante de la unidad de España, otros porque es el recuerdo de una Transición que no les cuadra, y otro -Sánchez mismo- porque se ve ideal en el papel del Rey.