¿Cómo se puede creer en un partido que no cumple sus propios acuerdos? ¿Cómo es posible confiar en un Gobierno que no respeta sus compromisos? ¿Cómo se puede favorecer a quien prefiere el elogio a la responsabilidad, ignorando sus obligaciones más evidentes?
La izquierda llenó su bancada en el Congreso de los Diputados a pesar del pacto de convocar solo a la mitad de los parlamentarios. Si los partidos en el Gobierno se saltan sus acuerdos con los demás grupos políticos de un modo tan axiomático, ¿cómo se puede pensar en depositar cualquier tipo de confianza en ellos?
Lo peor, posiblemente, ni siquiera es que los miembros del Congreso de la bancada socialista hayan incumplido de forma flagrante el acuerdo que limita la asistencia al Congreso por cuestiones relacionadas con la más elemental prudencia sanitaria, sino la razón por la que lo hace: para aplaudirse.
Pedro Sánchez no ha dejado de recibir aplausos desde que Europa pactó el rescate, o como se quiera denominar a las ayudas, que se han convenido a favor principalmente de los países del sur. Pero al mismo tiempo que el presidente recogía esas felicitaciones en el Congreso como si fuera un héroe recién llegado de una feroz batalla en el exterior, a la ciudadanía le resulta ahora especialmente sencillo contemplar la imprudencia inherente a semejante circunstancia parlamentaria.
Los ciudadanos se preguntan ¿cómo se puede pedir responsabilidad si el propio Gobierno no actúa de esa forma frente de sus adversarios políticos y delante de todo el país? ¿O es que las leyes que ellos mismos aprueban no resultan de aplicación, por alguna extraña causa, en la Cámara Baja de las Cortes Generales?
Mientras algunos pueblos, como ha hecho Sotillo de las Palomas, en Toledo, se confinan voluntariamente por la aparición de un positivo por Covid-19, resulta asombroso que en el Congreso no se haya respetado la distancia social que se exige a todos los demás ciudadanos. ¿Cómo se puede requerir a los españoles que respeten las recomendaciones para evitar más contagios de coronavirus y exigir que su comportamiento sanitario sea intachable si el partido en el Gobierno no lo es?
La crisis sanitaria no ha concluido, ni mucho menos. Los rebrotes siguen apareciendo de forma constante. Solo en Madrid, los casos han crecido más de un 400% en una semana. Además, España es el tercer país europeo con mayor número de contagios en los últimos 15 días.
Por otro lado, las consecuencias de la crisis económica no parecen haber mostrado aún toda su agresividad, a pesar de que el confinamiento ya ha destruido cerca de un millón de empleos. El Banco de Santander ha presentado sus peores resultados históricos, con unas pérdidas de casi 11.000 millones de euros, lo cual refleja la magnitud del deterioro de nuestra situación económica. Pero, como dice Santiago Segura al presentar su última comedia, “no se puede parar la economía; la enfermedad mata, pero la ruina también”.
Sin embargo, a pesar de que España no está para celebraciones sino más cerca de la ruina a la que alude el cineasta madrileño, en el Gobierno se aplauden y vaticinan una legislatura larga, al tiempo que instan a la oposición a aceptarla. Del mismo modo que ha tenido que aceptar que la izquierda no haya respetado la distancia social que exige a los demás, mientras ensalzaba los logros que atribuyen a su líder. Un hombre, Sánchez, que recibe un irresponsable baño de aplausos en medio del mayor desastre sanitario y económico que ha sufrido nuestro país en décadas.