Juan Ginés de Sepúlveda escribió un libro, la Antiapologia en defensa de Alberto Pío frente a Erasmo, en el que el filósofo, jurista, cronista, latinista, y alguna cosa más, cordobés, sacaba toda su artillería contra Erasmo y, en general, el erasmismo, desmontando críticamente algunos de sus rasgos más característicos, a propósito de la crítica, a su vez, que Erasmo hacía sobre la figura de Alberto Pío, príncipe de Carpi (mecenas del propio Sepúlveda).
No vamos a entrar en su contenido, por supuesto, pero sí en la principal objeción que Sepúlveda achaca a Erasmo, que es la inconsistencia por incoherencia, afirmando una cosa, y, más tarde, su contraria, de tal manera, dice Sepúlveda, que el mayor crítico de Erasmo es el propio Erasmo. “Erasmo contra Erasmo”.
Y esto es exactamente lo que ocurre con Sánchez y su acción de gobierno. Resulta que el mayor crítico de Sánchez es ese Sánchez de las hemerotecas (en efecto, “maldita hemeroteca”) que le llevó a una nueva convocatoria electoral.
Todas las (prudentes) razones que le movieron a no formar un gobierno con Podemos, a riesgo de permanecer insomne, son ahora mismo las que se pueden manejar contra el propio gobierno que él preside. Sólo hace falta tirar de hemeroteca para encontrar en Sánchez-candidato al crítico más mordaz contra Sánchez-presidente. “Sánchez contra Sánchez”.
“Se decía, a principios de año, que yo iba a vender mi alma para ser presidente del gobierno, que iba a aceptar el chantaje de Iglesias, entregándole la vicepresidencia con el CNI, con la policía propia, cargándonos la independencia de los jueces y fiscales; que íbamos a hacer descansar la gobernabilidad de España en fuerzas independentistas… Bueno, yo creo que he reivindicado el proyecto autónomo del PSOE; que podía haber sido hoy presidente del gobierno a un precio que, ni yo creía en él, ni que tampoco creo que se merecieran los españoles”.
Esto, literalmente, le decía Sánchez a Pepa Bueno, en una entrevista realizada (en un automóvil) antes de las elecciones. Y esto, también literalmente, es lo que ha realizado Pedro Sánchez para ganar el gobierno, y terminar por comprometerse con aquello que, decía, quería evitar con una nueva convocatoria electoral, esto es, con determinados aspectos del programa de Podemos que, por lo visto, resultaban incompatibles con el PSOE, pero que ahora, sin embargo, es el PSOE el que los está sacando adelante. Y todo ello sin inmutarse, Sánchez, pero tampoco sus votantes, que, a pesar de estas veleidades sanchistas (“donde dije digo, digo Diego”), sigue contando con la confianza, a juzgar por las encuestas, con ese votante fiel, “progresista”, del PSOE.
Un gobierno, y esto es lo grave, que sigue buscando su justificación en la ideología confusionaria del “progresismo”, ofreciendo con ello cobertura ideológica a todo lo que, de destructivo, disolvente, y fragmentario hay para la nación española en esos apoyos.
Se ha blanqueado, con la pátina antifranquista, a aquellas facciones que, de un modo o de otro, buscan la descomposición de España, para condenar a su vez al ostracismo “antidemocrático” a aquellos grupos que defienden, también de un modo o de otro, la unidad y la soberanía nacional. Este fue el guión que impuso Sánchez (a pesar de Sánchez), para elevar al PSOE y a Unidas Podemos al gobierno, y que implicaba necesariamente tratar con mimo al separatismo y con total hostilidad, estigmatizados como “fascistas” (sólo hay que oír a Lastra), a los partidos que se enfrentan, con más o menos beligerancia, al separatismo.
Y es que el PSOE es el principal responsable, a través de toda la artillería mediática de la que dispone, de la idea, corrosiva institucionalmente, de que la unidad de España es una “imposición” histórica, y la separación un “derecho” de los “pueblos” por ella oprimidos. Y todo ello bajo la coartada de la “alerta antifascista”.
Recordemos que fue Felipe González, ya a la desesperada, quien sacó al dóberman a pasear en aquella campaña del año 1996 (la España “en negativo” de la derechona, frente a la España “en positivo” progresista). Podemos no es más que un apéndice arribista del PSOE.