“Vamos a acuñar” nos dice Sánchez con media sonrisa de latin lover, gustándose bastante, “una nueva expresión más contemporánea que nada tiene que ver con el toque de queda. Esto es una restricción de movilidad nocturna”. Y además, con un par, pide a los medios de comunicación que no lo llamen toque de queda, que -juro que lo ha dicho así- “hagamos un ejercicio de pedagogía todos”. Porque oye, en nada se parece una restricción de movilidad nocturna, eso tan moderno, con un toque de queda. “Que es de fachas”, le ha faltado añadir. Pensarlo, lo ha pensado.
El de la épica de lavarse las manos nos vende ahora que limitar nuestra movilidad de 11 de la noche a seis de la mañana, con una horquillita de hora arriba u hora abajo dependiendo de la comunidad autónoma y el querer de cada autoridad competente, es una medida vanguardista que ni de lejos se parece a esas otras adoptadas por autócratas sin escrúpulos. Decir que Sánchez se ha convertido en el rey de los eufemismos es un eufemismo en sí mismo, un suavizar la grosería por decoro.
Hace unos días llamaba en twitter “lucha armada” a la acción criminal de ETA. Sin sonrojo. No hace tanto, la crisis que se nos viene encima no era una crisis, sino una “desaceleración económica internacional”. Y “reforzamiento del modelo autonómico” eran los guiños a los separatistas. Que si no, no le dan los números. Nos acuñó ad hoc el término “desescalada” para no llamar “descalabro” a ese salir como de toriles del arresto domiciliario denominado “confinamiento”. Sánchez no pide rescates a Europa: él recurre a “líneas precautorias sin condicionalidad macroeconómica”. Que nada tiene que ver una cosa con la otra. Lo mismito que un toque de queda con una restricción de la movilidad nocturna.
Sánchez -quien dice aquí Sánchez, dice Redondo-, entregado ya al vicio de sentirse creador de una nueva lengua -una muy cuqui y progresista- está a puntito de llamar a las cosas jodidas de la vida con palabras preciosísimas que ni siquiera tengan nada ya que ver con aquello que designan. Sin disimulos siquiera. ¿Para qué? Porque ellos lo valen. A dos “hemos salido de esta” de Simón estamos de que se refiera en sus comparecencias al covid como “pequeño pony”, a las PCR como “cariñitos de algodón”, a los toques de queda como “lapislázulis” y, a los muertos, como “hastalueguis”.
Lo malo es que detrás de todos esos eufemismos made in elgobiernodelprogreso siguen estando miles de cadáveres, un índice de paro en aumento, negocios en quiebra y privación de libertades. No lo llamemos desastre, llamémoslo petricor.