Veo que persiste en la opinión pública la idea de que nuestro vicepresidente -segundo- tiene muchísimo tiempo libre, con la de trabajo que da ser vicepresidente, padre y aliado feminista, para poder dedicarlo a ver tantas series. Quiero romper una lanza a su favor y desmentir este rumor. Estoy en disposición de afirmar que tantas horas de visionados fílmicos no lo son, sin embargo, de ocio y asueto: nuestro vicepresidente -segundo- , en esos momentos, está trabajando.
¿Y en qué me baso para efectuar esa afrimación? Pues en recientes estudios internacionales inventados por mí que confirman que Los de Galapagar vicepresiden y ministerian a golpe de serie. ¿En qué me voy a basar? ¿En un comité de expertos? ¿Por quién me toman? ¿Por Sánchez? Vean un par de ejemplos ilustrativos:
11 de julio, el vicepresidente -segundo- twittea sobre la serie que acaba de ver, Mrs. América. La serie nos cuenta las dificultades en los años 70 para sacar adelante la ley que promovía la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El 17 de julio, Irene Montero presenta ante el Consejo de Participación de la Mujer las líneas de trabajo de su Ministerio y hablando, especialmente, del Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades. ¿Serendipia? No lo creo.
17 de octubre, el vicepresidente -segundo- twittea sobre la serie Veneno, que cuenta la historia de la actriz y cantante transexual, muy popular en los años noventa. Me imagino a Los de Galapagar sentados cómodamente en un sofá de diseño y, mientras la niñera se encarga de la chiquillería, ellos, en esquijama y pantuflas -pero con boli y papel- se disponen a visionar la serie de Los Javis.
En el episodio siete las lágrimas corren por las mejillas de Iglesias que, con el moño despeinado y los ojitos moraos de tanto sufrir, se gira hacia su señora y musita, doliente: -"Irene, jo, tía. Tenemos que hacer algo"-. Él se lanza a twittear, ella a escribir en su cuaderno. Fundido a negro. Interior día. La ministra de Igualdad avanza una ley que reconoce la autodeterminación de género sin necesidad de informe médico. Solo será necesaria una "declaración de la propia identidad sentida".
Voy a investigar un poco más para acabar de perfilar mi hipótesis, pero todo indica que estoy en lo cierto. Me falta cerrar dos flecos: Cómo puede alguien emocionarse y llorar mientras ve Hippocrate en su salón al mismo tiempo que no se acerca a una residencia de ancianos donde están muriendo miles en su propio país y de las que se es responsable, y si después de que vea Gambito de dama será obligatorio jugar al ajedrez -y ganar si eres mujer- en territorio nacional.
Ya les cuento.