Como bien saben los militares la táctica depende de la estrategia y no al contrario. Si el objetivo es una alternativa al PSOE de Sánchez, sólo se puede articular con una nueva mayoría parlamentaria. Los movimientos del PP en la moción de censura y en la abstención en el estado de alarma de seis meses van dirigidos a romper con Vox (lo cual es contrario al objetivo estratégico) y a engullir a Ciudadanos.
Tiene toda la lógica política del mundo que el PP pretenda devorar el millón y medio de votos de Cs. El pez grande se come al chico. En la historia de la derecha en los años ochenta del pasado siglo, Alianza Popular desarrolló toda una maniobra envolvente contra un partido centrista, el CDS, fundado por Suárez. Entonces aquello tuvo una justificación consistente: era preciso reagrupar a todo el centro derecha ante un adversario formidable como fueron cuatro elecciones generales seguidas ganadas por Felipe González.
Desde 1977 el partido ganador ha hecho concesiones injustificables a los nacionalistas vascos y catalanes, incluso en periodos de mayoría absoluta del PSOE o del PP. Es como si consideraran importante no enfadar a unos partidos, de nula lealtad constitucional, que, si bien eran prescindibles para gobernar por tener mayoría absoluta, convenía tenerlos contentos en la reserva por si eran necesarios en la siguiente legislatura. El resultado ha sido que apenas el veinte por cien de españoles que viven en regiones periféricas han sometido (están sometiendo) al ochenta por ciento restante.
A la altura de 1996 muchos responsables y votantes del PP no nos percatamos del coste de la dependencia de los partidos “de centro” nacionalistas, PNV y CiU. El pacto del Majestic de Aznar con Pujol fue un aviso clamoroso que pagamos como precio de la ansiada y necesaria alternancia en el gobierno.
Siendo la situación actual mucho más grave que en los años noventa del pasado siglo, las apelaciones a la unidad del centro derecha forman parte del mundo de los deseos más que del de las realidades. El fichaje de José Manuel Villegas para una nueva Fundación del PP (Propósito, rápidamente rebautizada como Despropósito) y de Rivera como abogado contratado por Pablo Casado para presentar el recurso contra la ley catalana de alquileres, son pasos expresivos de la intención de un buen almuerzo de Cs. regado con vinos caros.
Las dificultades presentes y futuras de Pablo Casado están bien recogidas en el reciente e interesante libro de Graciano Palomo, La larga marcha. De Rajoy a Casado, en el que relata el desastre marianista desde 2013 hasta 2018. Tiene especial interés la descripción del submundo de los medios (TV y radio) dominados por la izquierda, en muchas ocasiones con el apoyo de Rajoy y Sáenz de Santamaría, más interesados en su propia protección personal en los grupos de comunicación que en el desarrollo de una estrategia política nacional y de libertad, propias del centro derecha. Resultado: fin del gobierno, el PP a la oposición, un partido dividido y sin medios audiovisuales neutrales.
A diferencia de 1996, en 2020 se ha consolidado en España, al menos por unos años, un sistema multipartidista. Las apelaciones a la conveniencia de la unidad del centro derecha chocan con la experiencia del electorado que ha comprobado que la mayoría absoluta del PP o del PSOE no son garantía de rectificación, de reformas de nuestra deficiente democracia.
En 2011 hubo una gran oportunidad de cambio en la dirección correcta. El PSOE de Rubalcaba era lo contrario de Zapatero y Sánchez, y entonces se pudieron abordar reformas de calado en beneficio del ochenta por cien de españoles hastiados del chantaje nacionalista vasco y catalán. Pero el gobierno del PP en 2011, en lugar de abordar reformas y someter a los separatistas, fue un gobierno pasivo en la crisis de 2017 que obligó a S. M. el Rey a pronunciar el discurso del 3 de octubre. Un discurso que le correspondía emitir al presidente del Gobierno si hubiera tenido carácter. Algún carácter.
Inés Arrimadas es una mujer de carácter. Lo demostró derrotando a toda la patulea de totalitarios separatistas en su terreno, en Cataluña. El ámbito nacional es más complejo y difícil. Rivera no lo entendió y cometió el error de malgastar la amplia confianza que le dieron los españoles para que nos librara del chantaje nacionalista. Esa es la vía que puede hacer recuperar votos a Cs.
Arrimadas tiene que optar entre votar los Presupuestos de Sánchez-Iglesias y soportar constantes agresiones a la Constitución, como la eliminación del español como lengua vehicular en la enseñanza o separarse del camino de perdición de acompañar a Sánchez con Bildu-HB. Si Cs. se equivoca, pierde su razón de ser; entonces la merienda de votos del PP y de otros partidos va a terminar con la aventura centrista.
Si el actual PSOE continúa y profundiza el proyecto que inició Zapatero en 2004 de ruptura del consenso constitucional de 1978, tenemos que perder la esperanza de acuerdos básicos entre el PP y PSOE que, de producirse, harían innecesarios en el Parlamento a la extrema izquierda y a los nacionalistas-separatistas.
En política, el mundo de los deseos es diferente del mundo de las realidades, pero si tuviera que expresar uno sería: prefiero mil veces un Cs. fuerte de treinta o cuarenta diputados, combativos con el separatismo, que libraran, tanto al PSOE como al PP, de tener que continuar soportando agresiones constitucionales insólitas en cualquier país de la UE. Pero para todo ello conviene no confundir ni anteponer la táctica a la estrategia.