Javier Guardiola, diputado regional en la Asamblea de Madrid y secretario general de las Juventudes Socialistas, citaba el otro día en su discurso al cantante C. Tangana para reprocharle a Ayuso su gestión de la crisis de la epidemia. Lo he visto yo con estos ojitos. Que me lo mandó mi amigo Pablo por whatsapp y estuvimos muertos de la risa toda la mañana. Como dijo Paula, “p'habernos matao”.
Que un político cite a Tangana, como en su momento una enfermera citó a Vetusta Morla en el funeral de Estado por las víctimas de la Covid, a mí me da una pena horrible porque pienso que es que ya ni disimulan. Nos toman por tontos y nos tratan como tales. Como si no fuésemos cognitivamente solventes, cretinos incapaces de entender los elevados pensamientos de un, es un poner, Séneca, un Tocqueville o un Hume.
Ahora, que “intelectual” es utilizado como improperio, citar a Mocedades o a Beyoncé parece el único recurso que tendrían nuestros políticos para no parecerlo demasiado y que nosotros, tan besugos, les entendamos. Como dijo Mariana, “el servicio está fatal”.
Pero lo verdaderamente desolador de la cita de Guardiola no es ya que no cite a los clásicos o que cite a un reguetonero -cada uno tiene sus propios referentes culturales-, es que la cita ni siquiera es una cita. Lo espeluznante es que la frase que eligió para citar a Tangana, y se quedó tan pancho, no es un pensamiento profundo, una gran cuestión compleja sintetizada en una frase brillante, un destello de salvaje inteligencia. No es, ni siquiera, una oración simplemente ingeniosa, aunque no tuviera más enjundia. Ni una locución ocurrente. No es un aforismo, ni una sentencia, ni una máxima inapelable. No es nada. Absolutamente nada.
Son nueve palabras, una detrás de la otra, como podían ser otras nueve diferentes elegidas al azar, que no nos transmiten ninguna enseñanza, ninguna reflexión moral. Tangana dice, lo dijo Javier Guardiola, “cuando más falta hacía, tú me diste la espalda”. Como podía haber dicho “pues qué buena tarde se ha quedado” o “ay, mira, que me dejes”. Es que podría haberlo dicho Aristóteles y sería la misma mierda de frase. Lo podría haber dicho Weber, y seguiría siendo una frase incitable. Una frase que podría haber dicho la vecina del quinto asomada al deslunado y a gritos. Una frase útil, sí, para transmitir un mensaje básico que responde al desarrollo normal de un día cualquiera. Pero no para ser citada por un diputado con tono de estar sentenciando.
De todas las frases de Tangana que podía haber elegido el zagal, eligió esa, pero bien podría haber esperado un poco y seleccionar lo que dice unos segundos más tarde en la misma canción; “venga dale, venga ya, toma que toma, pum”. Y habría aportado exactamente lo mismo a la evolución de nuestro pensamiento. Como dijo Cristina, “mira, yo es que así no puedo”.
Esto es triste porque ya no es que nuestros políticos nos consideren tontos, es que al final va a ser que los tontos son nuestros políticos. Y por eso no citan a los clásicos, ni a grandes filósofos, a pensadores -esa gentuza, esa panda de intelectuales-. No porque nosotros no vayamos a entender lo que nos dicen, no. Porque no lo entienden ellos.
¿Qué puedes esperar de alguien que cree que “cuando más falta hacía, tú me diste la espalda” es un apotegma? Ese es el nivel actual de nuestra política. Nivel trap. Como para no llorar.
Como dijo Jaime, “bueno, pues ya hemos cenao”.