Había unas sillas de plástico. Sensación de frío. Corrillos con mascarillas y un clima de fin de una época. Eran los del Parlamento y los otros, cara a cara. Los del nuevo régimen en las escalinatas y lo demás, la otra España oficial que no organiza 8emes ni convierte un ministerio en tarta, que allí andaba cumpliendo el protocolo y conteniendo un poco los malos humores.
Porque fue difícil de tragar el compadreo de Sánchez con Feijóo y el cómo Narciso obvió a Casado, reciente socialdemócrata cuando en España la piqueta populista no para.
El día 6 de diciembre pasará a los anales porque todo, hasta Echenique, andaba con la poética de un tiempo que se acaba y dolía tener el televisor encendido a la hora del vermut. Y no, no fue la Covid. Ni siquiera el discurso vacuo de Meritxell Batet: la escenografía dice mucho, y de la escoliosis vicepresidencial al mutis de Calviño rondaba un vago clamor, histórico, como de que el edificio de San Jerónimo pudo significar algo, pero ahora es una mera escalinata, no la de Eisenstein, sino la de Sánchez. Para él la escalinata y para los españoles la falta de futuro.
En realidad, la filtración de lo del Emérito fue ya definitiva para decirnos bien alto que el domingo, sí, fuimos a enterrar a la Constitución con una estética funeral y los republicaneos de Pablo Iglesias, virrey frapero y animador de la cosa, claro. Todo un sistema se nos fue un domingo de diciembre, y nadie clamó. La masa crítica estaba más ocupada en ver luces de Navidad, que es el inicio del populismo por esta época.
Después me fijé en el abrigo de Sánchez, que no pierde ocasión para lucir palmito. Dani Ramírez nos contó en estas páginas las especifidades del abriguito, y es un must para estos días que el caño helado del Guadarrama mata a un hombre y no apaga un candil, que se dice en estos pagos en estos días perros de diciembre.
Se enterró la Constitución un domingo. Echenique fue protagonista, y lo lleva siendo toda una semana. Eso fue todo y así nos irá. A la Consti podríamos haberla enterrado mejor, pero tampoco tenemos mano en eso.
Ya no lo pasaremos tan bien hasta que alguien entre con un caballo en las Cortes. Si siguen existiendo...