Sorprendente y revelador. El Boletín Oficial del Estado (BOE) de 31 de diciembre de 2020 tiene la friolera de 2.835 páginas. De ellas, 775 son los Presupuestos Generales del Estado; el Ministerio de Transportes se descuelga con una resolución de transporte de mercancías peligrosas por vía aérea de 995 páginas. Si el piloto tiene que revisar el contenido de la resolución, el avión no despega.
Además, hay que añadir un largo y prolijo suplemento de notificaciones de los gobiernos de las comunidades autónomas y las administraciones locales. En total, el BOE supera las 3.000 páginas. Habría que dar un premio medioambiental al responsable de eliminar la edición en papel y limitarla a la publicación del BOE digital.
¿Se imaginan ustedes el gasto en papel, manipulación, transporte, archivo en bibliotecas y distribución de semejante mamotreto diario? No soy lo suficientemente masoquista como para consultar el BOE de fechas anteriores. Imagino que el del 31 de diciembre es un saco de recogida de todo lo que se ha pospuesto para que entre en vigor el 1 de enero de 2021, y que por tanto los BOE de un día “normal” son inferiores en número de páginas.
Parafraseo el título de la novela de Milan Kundera La insoportable levedad del ser, ambientada en Praga en 1968, en la que se describen vivencias privadas en el contexto del sistema totalitario comunista. El insoportable peso del Estado, de “lo público”, precisa una dedicación de recursos, obtenidos por impuestos abusivos, destinados a pagar una estructura de funcionarios, interinos y contratados laborales sobredimensionada.
Me temo que no es un fenómeno singular de España. Tal parece que los políticos se han rebelado contra el reduccionismo estatal propuesto (y, en parte, limitadamente conseguido) por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que han extendido el control de los ciudadanos hasta el extremo de ocuparse en limitar y regular los más mínimos detalles de nuestras vidas privadas y libertades públicas.
El recorrido hasta las 3.000 páginas del BOE del pasado jueves 31 de diciembre alumbra el monstruo de miles de cabezas vigilantes y devoradoras de nuestro dinero que hemos construido en los últimos 30 o 40 años. Al mamotreto del BOE, los sufridos contribuyentes tenemos que sumar el Diario Oficial de la Unión Europea, los 17 diarios oficiales de las comunidades autónomas y los boletines oficiales de las 52 provincias (dependientes de las diputaciones provinciales).
No me olvido, por último, de las ordenanzas municipales (8.000 municipios en España), de los cabildos y de los consejos insulares.
Y todo ello, a diario.
Es asombrosa la dedicación regulatoria y fiscalizadora de la Administración pública, que contrasta con la manifiesta incapacidad para contar el número de fallecidos por la Covid-19 o para vacunar a los españoles más expuestos a la terrible enfermedad.
Eso sí. Una factura con el IVA erróneo, un exceso de velocidad de diez kilómetros por hora o un plazo fiscal vencido por unos días tienen una inmediata sanción.
Un BOE de 3.000 páginas se presta a la imposibilidad de control y múltiples arbitrariedades. El número de funcionarios y de asesores para escribirlo precisaría casi un número similar de asesores de la oposición para hacer seguimiento de lo que contiene.
Así se explica que en el BOE de Nochevieja haya una frase de dos líneas, advertida por un buen amigo, en la que empleados contratados de entidades públicas que no son funcionarios consolidan empleos temporales que se convierten en vitalicios: "La integración de quienes hasta ese momento vinieran ejerciendo funciones reservadas a funcionarios públicos sin serlo podrá realizarse con la condición de a extinguir". Página 126.257.
Es de suponer que los cientos o miles de asesores que cargan con el ímprobo trabajo de contribuir a redactar a diario el BOE aspiren a un régimen de empleo vitalicio. Sería actualmente posible en el caso de oposiciones públicas y abiertas. Por el contrario, es un abuso convertir en empleado vitalicio a uno contratado y elegido a dedo por el político de turno.
De este modo, la hidra pública insaciable precisará de más recursos y más asesores, y veremos un BOE en los próximos años con más miles de páginas que el de fin de año de 2020.