Llevamos dos semanas del año más anhelado, el 21, ese que nos iba a salvar del terrible 2020 y, la verdad, hay que admitirlo: no tiene buen aspecto. En absoluto.
De hecho, cuesta reconocerlo como plausible. ¿Será en realidad otro episodio de Black Mirror? Madrid está blanco y helado y la gente la esquía, o la recorre en trineo, a veces incluso tirado por huskies. Algunos en Callao tiran bolas de nieve a la Policía, y no lo hacen en broma, hasta que los agentes se ven obligados a huir. ¿Cuándo antes, en la historia reciente, integrantes de las fuerzas de seguridad han tenido que escapar de una agresión de los ciudadanos?
La noche anterior, mucha gente se vio atrapada en sus vehículos en las carreteras que circunvalan Madrid a unas temperaturas desconocidas, hasta que el Ejército los pudo rescatar, muchas horas después. Muchos no olvidarán nunca ese episodio dramático en sus vidas.
Otros saquearon un camión frigorífico que se quedó atrapado por la nieve en Moratalaz, y amenazaron de muerte al conductor. Se llevaron cientos de kilos de alimentos y destrozaron el vehículo. Aquí, en Madrid.
Pero, en estos tiempos extraños, también hay muestras de solidaridad, especialmente en los barrios o en las urbanizaciones, donde la gente se ayuda de forma altruista. Numerosos voluntarios de vehículos 4x4 ayudan a personas con necesidades urgentes. Hasta que, asombrosamente, sufren actos vandálicos y muchos optan por retirarse.
No hay agua en algunas casas (el frío congela las tuberías o los contadores) y nadie, o casi nadie, va a trabajar. Lo que ni el sentido común ni las autoridades consiguieron, lo logra la nieve. Y el hielo. Es del todo sorprendente que haya habido riesgo de colapso en los hospitales de la capital al verse cercanos a no poder cubrir la demanda de los servicios de Traumatología.
También lo es ir con mascarillas puestas, claro, a los supermercados, llegar con frío en el cuerpo y con nieve en las botas, y ver que el suministro en muchos de ellos es insuficiente. ¿No le estará pasando algo verdaderamente extraño al guión de 2021?
Y eso que los meteorólogos avisaron, y lo hicieron repetidamente. Al revés de lo que ocurrió con la pandemia a principios de marzo, que nadie nos advirtió. Ni Fernando Simón, tan querido ahora, ni Salvador Illa, tan popular ahora, hicieron su trabajo: no caben dudas significativas de que nuestros expertos y responsables sanitarios ignoraron las múltiples sospechas que hacían presagiar, al menos potencialmente, una gran tragedia.
Pero, esta vez, sí nos avisaron.
Y lo hicieron con toda la claridad y con todos los detalles. Sin embargo, nadie sospechó que la furia de la tormenta de nieve y viento arrasaría la ciudad con semejante violencia. El año siguiente al de las cosas increíbles seguimos sin creer en cosas increíbles.