Pedro Sánchez ha decidido que Salvador Illa y Miquel Iceta sean quienes disputen el siguiente punto en la contienda que enfrenta al independentismo con el Estado: Illa como plenipotenciario candidato a la Generalitat y el federalista Iceta en tanto que responsable de la Política Territorial del Gobierno.
La entrada en prisión de parte de los cabecillas del golpe separatista y la huida al extranjero de otros no significó el pitido final. Si así fuera, los promotores de la declaración unilateral de independencia habrían asumido su derrota y no seguirían adelante con su desafío: "Lo volveremos a hacer".
Cuando se dice que el nacionalismo ha sido derrotado... ¿no es suficiente ventaja que en 2021 sean los dirigentes del PSC quienes tengan en sus manos el futuro de España como nación política? Ni en los mejores sueños del Pujol de Banca Catalana ni en las peores pesadillas del Ortega de España invertebrada habría tomado cuerpo esa posibilidad.
Así pues, podría decirse que estamos en el receso de este partido crucial. O en la prórroga.
Habrá quien se consuele en la creencia de que no hay mejor cuña que la de la misma madera -el PSC y los separatistas hablan el mismo idioma- y confíe en la resiliencia de Sánchez. Pero, siendo objetivos, hay motivos para la intranquilidad.
Como dice David Jiménez Torres en 2017, la crisis que cambió España, libro recién salido de la imprenta, "no hay nada" en la política del Gobierno actual en relación con Cataluña "que no hubiera firmado Zapatero", que intentó congraciarse con los nacionalistas a base de más y más cesiones. Conviene recordar que el primero en traicionar su confianza fue el PSC de los Maragall y de Montilla.
Aquella política de apaciguamiento, comprensible como posición de partida, es en la que insiste Sánchez. No dio resultado entonces y no parece que lo esté dando ahora.
Las reuniones bilaterales entre el Gobierno y la Generalitat, las mesas de diálogo al margen del Parlamento, la tramitación de indultos o el blindaje de un sistema educativo que discrimina la lengua común, por citar algunos ejemplos, no han servido para decantar la balanza.
Así las cosas, los únicos derrotados hoy son la mitad de catalanes constitucionalistas que quieren seguir siendo españoles y a los que el PSC les pide el voto el 14-F con la promesa de rescatarlos.
Ahora bien, atendiendo al perfil de los representantes del PSC surge una duda legítima: ¿han sido elegidos para vencer al independentismo o para entenderse con él?
Sabemos, por ejemplo, que Iceta, el ministro del que depende la organización territorial del Estado, ha defendido que los referéndums de independencia "se han de poder hacer", y también que si algún día el 65% de los catalanes respaldaran la independencia habría que encontrar "un mecanismo para hacerlo posible".
Lo problemático de este combate es que, al contrario de lo que sucede en las competiciones deportivas, no hay un marcador ni un tiempo reglamentado. Por eso es muy difícil determinar cuál será el tanto definitivo. ¿Y si resulta que nos estamos jugando el campeonato en los penaltis y tenemos a Illa e Iceta para lanzarlos?