Es posible, como dicen algunos, que lo mejor que puede pasarle al liberalismo en España es que desaparezca Ciudadanos.
¿Qué puede hacer por la libertad un partido con diez diputados? Nueve, si descontamos a Pablo Cambronero, que anunció ayer su salida hacia el grupo mixto. Y la fotografía que publica hoy EL ESPAÑOL del compadreo de varios parlamentarios de Ciudadanos con los sepultureros Fran Hervías y Emilio Argüeso invita a pensar que habrá más fugas.
Es posible, como dicen algunos, que no haya espacio para un tercer partido entre las dos grandes opciones políticas, la socialdemócrata y la conservadora.
Porque, tal vez, el PP pueda encarnar ese "liberalismo renovado" que dibuja Timothy Garton Ash en un espléndido artículo que recoge el último número de Letras Libres. Tal vez.
Habla el pensador británico de tres retos para los liberales: la defensa de las libertades y de los tribunales independientes frente a los populistas y los autoritarios; la apuesta por una economía que respete la ley de la oferta y la demanda sin caer en un "fundamentalismo del mercado" que se desentiende de las personas; y la implicación en los grandes retos del siglo XXI: desde cómo afrontar el cambio climático o las pandemias a cómo competir en un mundo en el que la agenda empiezan a marcarla potencias que son regímenes autoritarios.
Es posible, también, que aquella victoria de Inés Arrimadas de diciembre de 2017 en Cataluña, recibida en la calle con gritos de "libertad, libertad", fuera sólo un espejismo.
Pero ¿y si Cambronero, Hervías y Argüeso estuvieran equivocados? ¿Y si de verdad existe un hueco entre el PP y el PSOE? ¿Y si los conservadores se quedan cortos en su compromiso liberal? ¿Y si no fue un sueño la victoria de un partido constitucionalista en Cataluña?
Es muy probable que esas preguntas queden sin respuesta si, como todo indica, Ignacio Aguado encabeza la lista de Madrid el próximo 4 de mayo. Porque no habrá 5 de mayo para Ciudadanos. Y no por culpa de Aguado, sino porque los electores no van a depositar su confianza en un partido que, en la hora crítica, se encoge de hombros y se deja llevar por la inercia.
Pablo Iglesias lo ha entendido y ha dado un paso al frente. ¿Va a quedarse de brazos cruzados Arrimadas teniendo, en su caso, mucho menos que perder?
La líder de Ciudadanos está convencida -según cuentan sus colaboradores- de que Madrid no es el último cartucho; que la prueba definitiva para su proyecto llegará con las elecciones generales, donde ella será la candidata.
Pero aún nos queda por ver un largo desfile de cargos y afiliados de Ciudadanos hacia el PP en los próximos días. Quizás semanas. Y si los liberales no alcanzan el cinco por ciento de los votos y, en consecuencia, se quedan fuera de la Asamblea de Madrid, Ciudadanos estará muerto, como ya da por descontado Teodoro García Egea.
Si Arrimadas dice la verdad cuando sostiene que Ciudadanos es un partido distinto al resto, o cuando asegura que sus integrantes no son profesionales de la política y están dispuestos a sacrificar sus apetencias personales por un proyecto que merece la pena, no va a tener mejor oportunidad que esta para demostrarlo. Ni tampoco otra.