Hay ganas de guerra civil y yo creo que la guerra civil es la solución, nuestra solución. Llevamos ya mucho sin matarnos. Esto es pesado y aburrido. La vida se nos hace muy cuesta arriba si no nos matamos. Pero la cosa está al caer.
Después de la guerra tal vez venga otra dictadura para rematar y añadir sufrimiento. Y después, si hay suerte, otra democracia. Con esta se volverá a cometer el error de atribuirla a una lucidez súbita de nuestro pueblo, que por fin habrá comprendido. Pero no, tampoco habrá comprendido nada. Simplemente estará apaleado de nuevo.
La letra, con la sangre le habrá entrado. Como antes. Eso será todo.
Somos cazurros y sólo los directamente apaleados aprenden las lecciones. En cuanto llegan los nietos y los bisnietos y se borra el sufrimiento de la piel, vuelta a las andadas.
Tiene gracia que la generación que ha mandado a sus ancianos a los asilos a mansalva se vuelque en ellos por adorno ideológico. Los desentierran para lanzárselos al vecino. Con muchísima emotividad.
Es todo un poco antropológico, pero ya sabemos que Spain is different. De hecho, nos traerá beneficios a la larga. Vendrán aún más turistas a observarnos. Debemos de resultarles la mar de divertidos.
Pero todavía en esta etapa previa, mientras esperamos la guerra civil (¡y con cuánta impaciencia!), podemos ver su trazabilidad. Está a la vista porque la hemos visto en directo. José Luis Rodríguez Zapatero es el hombre. Fue él quien inició el actual proceso. Cierto que desenterrando impulsos que ya estaban, que de la nada no salen las cosas. Pero él fue el factótum.
Hasta Zapatero yo no entendía por qué nuestros abuelos se habían matado. Su España era algo exótico, un país que estaba sólo en los libros de historia. Con Zapatero y las discordias que generó lo empecé a entender perfectamente. Empezó a romper los consensos de la Transición, considerando (¡el muy bobín!) que los iba a poder romper sólo por un lado.
De ahí a lo de ahora no había más que insistir, y añadir los Sánchez, Iglesias y Abascales. Con su aditamento de Rufianes, Puigdemones y sanguinolentos Otegis. Y sus pasivos Rajoys y sus menesterosos Casados. Izquierda y derecha, sí. Aunque no me escondo: la que ha desatado la porquería esta vez ha sido la izquierda (para mí pseudo, pero eso es ya cosa mía).
En cualquier caso, a esta fastidiosa etapa le queda poco. La nueva guerra civil está al caer. Se huele en el aire. Alienta en los discursos. Y sí, ¡hay ganillas!