"Lo mejor para hacer campaña electoral es ser como eres tú" dijo ayer jueves Ángel Gabilondo en la SER pocos segundos antes de declararse carlista del Vietcong. A la siguiente pregunta, el candidato socialista ya había transicionado hacia el panafricanismo y hablaba con entusiasmo de la Zulu Nation.
Para el final de la entrevista, Gabilondo ya era fascista a lo Mishima y lanzaba vivas al mariscal Tito, al anarcoclericalismo y al nacionalismo hindú.
No es descartable que, de aquí al final de la campaña, Gabilondo pase también por el socialismo budista, el movimiento de Khalistan y el situacionismo agroapocalíptico, a ver si así logra remontar en los sondeos.
Si algo ha demostrado esta campaña electoral es que Iván Redondo es muy buen propagandista, pero bastante peor estratega político. "Al pobre Gabilondo le han destrozado la campaña" es ya un lugar común en las redacciones españolas.
En realidad, en esta campaña sólo ha habido dos políticos que han actuado "como son".
El primero de ellos, Edmundo Bal.
La segunda, Isabel Díaz Ayuso.
Lo irónico es que ha sido el candidato más travestido (a la fuerza) de la campaña el que, creyendo describirse a sí mismo de forma halagadora, ha acabado dando con la clave del éxito de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Esa clave que es evidente para cualquiera con una mirada medianamente limpia, pero que parece escrita en tinta invisible para una buena parte de la izquierda.
Lo explica hoy Pilar Marcos en las páginas de EL ESPAÑOL. La presidenta de Madrid ha conectado, sin necesidad de grandes planes mercadotécnicos, con el sentido común del madrileño medio.
Eso es todo y no hay mayor secreto. Y el Zendal y el IFEMA, la política fiscal madrileña, los bares abiertos y la habilidad de la Comunidad de Madrid para anticiparse a todas esas medidas que el Gobierno central ha acabado replicando al cabo de días, semanas o incluso meses, no son más que el subproducto de ese sentido común.
[Llevábamos años pidiendo un político que conectase con ese sentido común del ciudadano corriente, que construyera hospitales durante una pandemia, que bajara impuestos para no asfixiar a las empresas, que dejara trabajar en paz al común de los mortales y que no intentara moldear la moral de los ciudadanos a imagen y semejanza de un ideal mentecato, y cuando lo hemos tenido frente a nuestros ojos lo hemos calificado de loco, de estúpido o, más chocante aún, de ultraderechista].
El debate interesante no es el de si Ayuso está loca o si sus votantes no ven eso que la izquierda cree vislumbrar tan claramente, sino el de si ese sentido común madrileño (que en algo habrá ayudado a convertir la Comunidad en la locomotora económica y cultural del país cuando en 1978 era sólo el quinto vagón del tren autonómico) es también el sentido común del español medio.
Pero ese es un debate que tendremos, con total seguridad, a partir del 5 de mayo. "Verás las risas el 5-M en Génova cuando vean el gigante que han creado con Ayuso" me decía esta semana la jefa de gabinete de un político de Ciudadanos.
He oído decir por ahí que el éxito de Ayuso entre la clase media es tan incomprensible para la izquierda como el éxito de Sánchez para la derecha. Es una idea atractiva, probablemente por simétrica, pero desenfocada. Porque ambos tipos de éxito son de naturaleza muy distinta.
El éxito del presidente del Gobierno se basa en dos factores.
El primero, una fabulosa maquinaria propagandística de la que forman parte casi todas las televisiones, buena parte de las radios, al menos media docena de periódicos y por supuesto el CIS.
El segundo, la existencia de Vox.
El éxito de Ayuso, para no recurrir al comodín del tan sobado carisma personal (que haberlo haylo y lo confirmo porque lo he vivido intentando hacerle una entrevista mientras éramos interrumpidos cada 30 segundos por algún fan), es pura clase media. Me lo decía un diputado del PP este miércoles.
"Este 4-M vamos a ver un terremoto político" vaticinaba. "La clase media (incluida la aspiracional) votará a Ayuso. Las clases populares estrenarán mucho voto a Vox. Los progres jóvenes votarán Errejón/García. Y Gabilondo/Sánchez se pegará una leche sólo superada por el castañazo que se va a dar Pablo Iglesias. O sea, nada de 50-50% entre izquierda y derecha. Es otra dimensión".
"El efecto arrastre de la victoria de Ayuso va a ser brutal. Lo primero que vamos a ver será al PP por delante del PSOE en los sondeos por primera vez en años. Y a partir de ahí, el resto" me decía luego la jefa de estrategia de un líder del PP.
Serán desalojados de Moncloa y se seguirán preguntando por las claves del éxito de Isabel Díaz Ayuso mientras leen en el teleprompter la respuesta prediseñada, artificiosa, envarada y copiada de algún discurso de Barack Obama a una pregunta que no es la que ha hecho el periodista.