El fracaso del PSOE en las elecciones madrileñas ha sido más bello que la Victoria de Samotracia. Por la sorpresa que se han llevado: no tienen ni idea de en lo que se han convertido. (Bello y desolador, naturalmente: es un desastre nacional).
El que aún confiaran en que iban a recibir votos de exvotantes de Ciudadanos produce una ternura infinita. ¿Los votantes más dignos (¡dignos hasta la abstención, hasta la aniquilación del partido al que votaban!) votando al partido más indigno? ¿Pero no se han dado cuenta de que son ya ‘invotables’?
“Madrid es de derechas”, repiten ahora. No digo yo que no lo sea. Pero lo que es, ante todo, es contrario a esa izquierda que forma gobierno con la ultraizquierda, apoyándose en el independentismo catalán (¡justo después de un golpe de Estado!) y el proetarrismo vasco. Algunos han podido concluir que votar al PP era menos reaccionario que eso...
Se le ve tanto las costuras al ventajismo del presidente Pedro Sánchez. Ese engolamiento al pedirle al PP que no pacte con Vox, cuando él es el gran legitimador de los pactos con Vox. Precisamente por haber pactado con lo que ha pactado. La trituración electoralista de todo y la promoción de lo peor: eso es Sánchez.
Pretende que se prescinda del carácter acumulativo de su trayectoria, como si esta no hubiese sido un continuo despeñamiento y un internarse más y más por regiones oscurísimas. Una sucesión de mentiras y desmentidos, de promesas traicionadas al minuto, de autoprohibiciones saltadas con desparpajo.
El gran error de Inés Arrimadas ha sido no haberlo tenido presente: el Sánchez que le tocó a ella ya no era el Sánchez que le tocó a su predecesor en Ciudadanos. Era un Sánchez impracticable ya, con el que no había nada que hacer.
Hay una paradoja preciosa (más bella que la Victoria de Samotracia también): sólo Albert Rivera pudo haber salvado al PSOE. El pacto con él habría devuelto al PSOE al centroizquierda, habría vuelto a ser el partido socialdemócrata que necesita España.
Pero no, estuvo el coro siniestro de la militancia con aquellos gritos (“¡Con Rivera no! ¡Con Iglesias sí!”) que conducían al suicidio político, al hundimiento. Faltó un líder que los encauzara. Pero, claro, el líder era uno de ellos. De hecho, su producto más acabado.
Al PSOE únicamente le queda seguir pactando con la ultraizquierda, apoyándose en los independentistas catalanes y en los proetarras vascos... hasta que ya no queden votantes del PSOE.