Destellaban las gafas de Lennon, la boina del Che y la coleta de Iglesias en el mercadillo de la izquierda. De un día para otro, en la revolera de un 4-M, el hombre a una coleta pegado, el tipo de una coleta superlativa se nos aparece peor que calvo: con un peinado british a lo Hugh Grant.
No diré yo que no le favorece el nuevo look. "Con este Iglesias sí", habría dicho hoy sin dudarlo Gabilondo.
Se ha quitado el gachó unos cuantos años de encima. Luce un aspecto tan juvenil que si ahora se afeitara la barba podrían confundirlo con uno de sus alumnos.
Lo que en un principio fue vigorosa cola de caballo se había transformado con el tiempo en un emplasto, en un apéndice embalsamado de color indeterminado. En su última etapa me recordaba la cola pegajosa de un castor.
Admito que había recuperado brillo y algo de prestancia en su transformación como moño. Pero sólo duró los meses que su dueño ejerció de vicepresidente.
Hoy, aquel pelo estirado, con raya al medio y dictatorialmente liso calcado al de Betty Missiego, pelo que dejaba al aire las incipientes entradas, ha dado paso a un cabello con volumen, con la raya deslizándose elegantemente a la derecha y graciosas ondulaciones.
El individuo de la fiera coleta que aterrorizaba al barrio de Salamanca se ha convertido en el yerno que todas las Macarenas Olonas querrían.
Un galán con ese peinado no es creíble convocando alertas antifascistas puño en alto. A lo sumo, podría pasar como socialdemócrata. Con ese aspecto se arriesga a que El Pirrakas no le reconozca si se lo cruza por Vallecas y hasta le calce una hostia.
Habrá quien diga que la renuncia al coletero es un signo más de domesticación de alguien que vino a asaltar los cielos y se quedó en Galapagar. Pero si ha dimitido de sí mismo, eso sólo Iglesias lo sabe. Para mí que se ha quitado un peso de encima. Y nosotros con él.
"Mi barba significa muchas cosas para mi país", declaró a principios de los sesenta Fidel Castro a una televisión estadounidense. Y fue fiel a su palabra al no rasurarse hasta la muerte. Porque aquel día anunció también al locutor: "Cuando hayamos cumplido nuestra promesa de un buen gobierno, me afeitaré".
Los símbolos son los símbolos. Por eso discrepo del tuit de Ramón Espinar afeando al pueblo que se pase todo el tiempo hablando del peinado de Iglesias. Creo que en eso me daría hoy la razón Gistau. Sin la coleta contestataria y antifascista, Podemos es otra cosa. Casi es Más País.