Quizás por aligerar las preocupantes noticias españolas, como el tema de las relaciones hispano-marroquíes en Ceuta, me permito una digresión jocosa, pero a la vez reveladora, sobre la naturaleza del poder político y su dependencia de los peluqueros.
Se suele utilizar la expresión francesa cherchez la femme (“busquen a la mujer”), políticamente incorrecta para los remilgados, como elemento explicativo de algún hecho o desaguisado aparentemente inexplicable.
Una reciente información señala que el expeluquero del presidente José María Aznar, Pedro Romero, reclama diez millones de euros al Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón por perjuicios y lucro cesante después de ganar un concurso de gestión de una fallida escuela de golf en 2005.
Tengo la impresión de que desde tiempo inmemorial se podría alterar levemente cherchez la femme por cherchez le coiffeur. Es evidente que el factor humano (en este caso el peluquero o estilista) ejerce una influencia en muchos casos desconocida por sesudos analistas y politólogos.
Me ha llamado la atención esa noticia del expeluquero del presidente Aznar porque recuerdo una anécdota que relató el expresidente, cuando todavía era candidato, en la primera semana de septiembre de 1995.
Carlos Saúl Menem ejercía la presidencia en Argentina (entre 1989 y 1999). Una amplia delegación del PP, presidida por Aznar, asistimos a un seminario del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) en Buenos Aires junto con el Gobierno argentino.
Aznar, en un aparte de la delegación española, nos contó la importancia que para el presidente Ménem tenía el cuidado de su cabello, que recordaba al peinado del cantante venezolano El Puma. Carlos Menem viajaba acompañado por un misterioso personaje, apenas a un metro de distancia, que portaba un maletín. Si Argentina hubiera sido una potencia nuclear, tal parecería que aquel misterioso personaje llevaba las claves para resolver una grave crisis militar.
El presidente Ménem había hecho instalar en el avión presidencial un sillón de barbero para el cuidado de su pelo aprovechando los desplazamientos aéreos. En uno de los viajes de Ménem, acompañado por el misterioso señor del maletín, en el aeropuerto, a la vista de numerosos testigos, se abrió inesperadamente el maletín y cayeron al suelo los cepillos de pelo, rulos, secador y diversas lacas y ungüentos para la cabellera presidencial.
Ménem disminuyó su prestigio y el enigmático personaje, perdió el encanto del secreto: todo el mundo entendió a lo que se dedicaba.
El primer peluquero de Ménem, Enrique Kaplan (se tenía más por asesor de imagen que por peluquero) hizo carrera política como director de Protocolo y después fue nombrado subsecretario de Relaciones Institucionales. El peluquero más conocido de Ménem fue Tony Cuozzo y lo más probable es que fuera el protagonista del episodio de la apertura accidental del famoso maletín.
En Francia hemos sabido que el presupuesto de los tres últimos presidentes de la República gira en torno a 9.000 euros mensuales en peluqueros y maquillaje, en la mejor tradición de las pelucas de Luis XIV.
En España somos más mesurados. El presupuesto de Moncloa para el acicalamiento del presidente Sánchez es de 20.000 euros anuales en maquillaje y peluquería, 80.000 en cuatro años.
El pintor Picasso, que era un tipo muy especial y mirado con su obra, regaló 65 piezas a su barbero-peluquero español, Eugenio Arias, que hoy se exhiben en el Museo Picasso del pueblo natal del coiffeur, Buitrago del Lozoya.
Lo cierto es que se establece una intensa relación de confianza entre el peluquero y su cliente político hasta el punto de que se ven obligados, por contrato, a mantener largos periodos de confidencialidad.
No se me ocurre establecer una relación de influencia o amistad entre la concesión del Ayuntamiento a un expeluquero presidencial de algo tan lejano y distinto del manejo de las tijeras como la enseñanza del difícil swing de golf. Pero hay que reconocer que los peluqueros salen muy beneficiados por el cuidado del cabello del presidente.
En el caso del peluquero de Aznar, Pedro Romero, ni más ni menos que una reclamación de diez millones de euros.
Lo dicho: cherchez le coiffeur.