Desde el lunes 28 de junio conocemos, por una filtración al periódico El Mundo, el plan del PP alternativo al proyecto independentista de la antigua CiU y de ERC. El plan podrá gustar más o menos, satisfacer o no a los catalanes constitucionalistas y ser rechazado de plano, o no, por los independentistas. Pero al menos hay un plan, una visión.
La experiencia demuestra que los planes más descabellados pueden convertirse en realidades políticas operativas muy rentables. Ejemplo de ello es el plan del nacionalismo vasco del PNV. El proyecto racista e independentista vizcaíno de Sabino Arana era un delirio. Pero durante la descomposición del Estado nación de 1936, el PNV supo aprovechar la coyuntura de la Guerra Civil e inventarse un Gobierno vasco. Hasta entonces, la influencia política del PNV había sido muy reducida.
Como vasos comunicantes, la debilidad del Gobierno central comporta la fortaleza del separatismo vasco y catalán.
En esas estamos y de ahí la alegría de Oriol Junqueras con su elogio al Gobierno de Pedro Sánchez como “el mejor Gobierno de los últimos diez años”. En efecto. El mejor para ellos y el peor para el resto de España.
El pasado 17 de junio, en el Círculo de Economía de Barcelona, Pablo Casado pronunció un discurso que en YouTube ha tenido, en el momento de escribir este artículo, la reducida cifra de 5.600 visualizaciones.
Me atrevo a considerar este discurso como uno de los más importantes, clarificadores y valientes (ante un auditorio ríspido) de los últimos años en España.
En su discurso, Pablo Casado, sin un solo papel y sin usar el teleprompter, despliega una serie de citas, argumentos y pruebas que dejan en evidencia la falsedad y el fracaso del camino del diálogo, así como el callejón sin salida del proceso independentista.
Ni España, señala Casado, va a abandonar a la mitad de los catalanes opuestos a la independencia ni va a permitir que se arrebate al resto de los españoles su capacidad de decisión en asuntos relativos a la soberanía nacional y que competen al conjunto del pueblo español.
Algo no funciona en comunicación en la sede de la calle Génova cuando una pieza oratoria de esta importancia ha tenido tan escaso eco en los medios de comunicación y no está siendo rebotada en las redes sociales por el millón de militantes del PP (según dijo la secretaria general Dolores de Cospedal).
O no hay un millón de militantes, o estos no se han dado cuenta del alcance del discurso, o las dos cosas a la vez. Cualquier influencer que se cambia de lado la raya del pelo alcanza centenares de miles de visualizaciones.
Como un elemento de continuidad con el citado discurso, Génova ha hecho público el plan Cataluña, en el que pone de relieve el daño social, económico y convivencial generado por el proceso independentista. 7.000 empresas han huido de Cataluña y, a pesar de ello, buena parte de la burguesía catalana continúa abducida por un modelo clientelar y sumiso hacia los políticos secesionistas.
Frente a ello, Casado propone un plan de 15 puntos que incluye un nuevo modelo de financiación, una ley de lenguas y una estrategia para garantizar la neutralidad de la educación en el espacio público. También apuesta por la libre elección sanitaria y educativa con un trilingüismo cordial.
Este cambio de estrategia permitiría regresar a las empresas catalanas, eliminar 17 impuestos, igualar el IRPF al de Madrid y terminar con el infierno fiscal catalán para hacer de la región un oasis fiscal que volviera a ser un centro dinamizador de la economía. En definitiva, revertir el plan Pujol de ocupación nacionalista de todos los espacios sociales, políticos y económicos de la región.
Como todo en la vida, hay un activo y un pasivo. El activo es un partido nacional, el PP, con capacidad y amplias posibilidades de liderar el próximo Gobierno de la Nación. En el pasivo, la dimensión sucursalista del PP en el País Vasco y en Cataluña, que constriñen la credibilidad de esos objetivos políticos entre los ciudadanos que se ven sometidos en esas comunidades a las alianzas y conveniencias de los acuerdos parlamentarios de Gobierno en Madrid con los diputados nacionalistas.
Resolver esa dicotomía es tan importante como la existencia de un proyecto político verificable, creíble y que tenga posibilidades de conectar con la opinión tanto del conjunto de la opinión española como de las regiones periféricas sometidas a los nacionalistas.