Casado tiene un problema: Ayuso. Y una ventaja: Sánchez. Si algún día llega a presidente del Gobierno, algo más que posible, será por Sánchez; por exclusivo mérito de Sánchez. No es baza pequeña, pero no depende de Casado. Porque Casado, en sí mismo, no va.
La que sí va es Isabel Díaz Ayuso. Va, concretamente, como un tiro. Ha dado el salto carismático, algo tan difícil en política. En un momento dado se situó en otro estadio, en otra órbita. Casi en otra dimensión. De pronto todo lo que dice tiene magnetismo, cae en gracia. A veces son bobadas, a veces son anacolutos. Con frecuencia son trucos baratos. Pero brillan. Y este brillo oscurece a Pablo Casado.
Ayuso encontró una manera luminosa de responderle al sanchismo (y al podemismo). Casado no la ha encontrado: sus críticas, no siempre equivocadas, son como de cenizo. Ayuso sabe ser alegre en su dureza. A Casado solo le sale un tono bronco, áspero, atropellado y risible. Ayuso tiene un cuchillo afilado que destella al sol. Casado, un martillo de feria.
En la convención nacional del PP, Ayuso ha decidido replegarse en su soterrada pugna con Casado. Aun así, ha vuelto a opacar a Casado: es el signo de su inercia. Casado queda como un líder aclamado por todo el partido, porque a estas alturas ya no cabe hacer otra cosa, pero con el partido sabiendo que no funciona, que no va.
Y aquí entra el presidente del Gobierno Pedro Sánchez: el hombre que puede hacer que Casado vaya. Como podría hacer que fuese cualquiera que encarnara la posibilidad de un Gobierno sin Sánchez. Casado, que tiene el defecto de ser Casado, tiene la virtud de ser no-Sánchez: el único no-Sánchez factible hoy para presidir el Gobierno.
Pero Sánchez no está desprovisto de ventajas, que tampoco se encuentran exactamente en Sánchez. El no-Sánchez que es Casado sufre un lastre: Vox. El previsible pacto postelectoral del PP con Vox (legitimado, por otra parte, por los pactos del PSOE con Podemos, ERC y Bildu) alejará a votantes antisanchistas de centro; sobre todo de centro-izquierda e incluso socialdemócratas (¡servidor!).
Que aún no esté clara la próxima derrota electoral de Sánchez (que ha sido incapaz de ser el presidente de todos en plena pandemia, siendo en esto fiel a su origen: nunca fue de todos, siempre fundó su política en la división) se debe, en resumidas cuentas, además de a la sombra de Vox, a que Casado no va.