Llegaba Pedro Sánchez al 40º Congreso del PSOE a consagrarse como líder de la socialdemocracia europea y, visto lo fácil que lo tenía -no hay color frente al portugués António Costa o al maltés George Vella-, decidió tirar por elevación y convertir a la socialdemocracia en la ideología, el punto final de la Historia.
"Socialdemocracia" fue la palabra más repetida de su discurso en Valencia, a veces en un tono épico, como de oda superlativa. Con ella identificó la lucha contra las desigualdades, contra la exclusión social y la precariedad. "La dieron por liquidada, pero goza de buena salud", proclamó.
Socialdemocracia, dijo, es centralidad política, progreso humano y transformación. Socialdemocracia es, "la mejor y más noble tradición política", "lo más moderno y avanzado" y, ojo, también "lo más eficaz".
Fuera de la socialdemocracia sólo hay "fundamentalismo de mercado" y política "neoliberal" que machaca a la gente y considera como "mercancía" hasta la salud. Y aquí es donde empezó a vérsele el truco en el escenario al prestidigitador, porque puso como ejemplos a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher.
Más allá de las aportaciones del uno y de la otra al progreso de sus respectivos países, inabarcables en este espacio, ambos están muertos hace lustros y se prestan fácilmente a la caricatura. Con lo simple que hubiera sido nombrar a Angela Merkel o a Emmanuel Macron, tan actuales y tan próximos.
Hay que reconocer el arrojo de Sánchez al demonizar al liberalismo, sacarlo de la ecuación de las democracias liberales y cerrar el mitin con La Internacional, llamando a levantarse a los parias de la Tierra y la famélica legión. Y hacerlo, además, en el congreso "más chic" -en palabras de Óscar Puente-, entre modelitos de diseño, cochazos oficiales y food trucks.
El audaz discurso del presidente plantea algún interrogante de difícil respuesta. Por ejemplo, si tan dañinas son las políticas liberales, ¿por qué Madrid y Andalucía, con Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno, están haciendo de locomotoras de España?
También puede que a algunos les quede la duda legítima de si, para contribuir a esa centralidad y el progreso "sin gritos ni llamaradas" que pide Sánchez, son mejores socios Ione Belarra y Yolanda Díaz que Pablo Casado y Cuca Gamarra.
Pero sobre todo, el canto a la socialdemocracia de Sánchez tendrá su definitiva prueba del algodón con los fondos Next Generation para la recuperación. Salvando las distancias y las mascarillas, ya vimos lo que dio de sí en otra coyuntura de crisis el Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo (el famoso Plan E), en manos de otro socialdemócrata tan aplaudido en el PSOE como Zapatero. A la vuelta de dos años hablamos.