Los nacionalistas han arruinado la acción de los poetas. Es cierto que muchos poetas son nacionalistas (tienen una relación casi fundacional con el nacionalismo), pero, si son buenos, en sus obras hay algo que trasciende: algo superior, y más profundo, que el necio conglomerado ideológico-sentimental que suele caracterizar a los nacionalistas. En lo que se refiere a la lengua, en el poema se cumple. Sólo en ráfagas logradas de conversación espontánea una lengua alcanza también su perfección, la culminación de su encanto.
Permítaseme, pues, que distinga metódicamente entre poetas y nacionalistas. Los primeros operan por seducción, los segundos por imposición. En los primeros brilla la vida y en los segundos la muerte. Los primeros vivifican, los segundos mortifican. En lo que se refiere a la lengua, nuevamente, los primeros la revalorizan, los segundos la abaratan. Los primeros la hacen simpática, los segundos antipática.
Pertenezco a una generación española de fuera de Cataluña seducida por la poesía catalana. Y no fuimos la primera, teníamos dos o tres por detrás. Nosotros, los que nos aficionamos a leer a principios de los 80, tuvimos maestros que ya habían tenido maestros que nos la contagiaron. Había una tradición que la concebía como un respiradero. Por su oposición o resistencia a la dictadura de Franco, pero también como la indicación de otros caminos posibles para la poesía en español: la siempre fructífera vía emparentada con la concisión, el análisis de las emociones y las percepciones, la atención a la forma, una estética relacionada con el pragmatismo... Había un aroma general, pese a las variedades; como ocurre cuando uno piensa, por ejemplo, en la poesía anglosajona.
El caso es que se dio en mí esa conjunción de gusto y de intuición de que adentrarse por ese camino resultaría provechoso. Leí muchos libros de poesía catalana en ediciones bilingües y entre mis propósitos estaba aprender catalán. Sólo no lo hice porque se me cruzó el portugués y, para cuando podría haberlo intentado de nuevo, ya, francamente, no me apetecía. Los nacionalistas habían destruido la seducción.
Alguna vez he citado uno de mis libros favoritos de la poesía catalana: Poemes civils de Joan Brossa (1961), que leí en la edición bilingüe de Visor. Todos los versos están en catalán, salvo unos cuantos en castellano: los que reproducen advertencias represivas de la dictadura. Un Brossa actual que fuese honesto tendría que constatar que las advertencias represivas se hacen hoy en Cataluña en catalán. Contra un niño de cinco años.