Hay cierto tratamiento infantil de los asuntos políticos que se ha convertido en pensamiento dominante. “Que se paren las guerras”. “Imagina que no hay países”. “No más fronteras”. Son lemas fraguados desde una concepción maniquea de la política. Es lo que Gustavo Bueno ha llamado pensamiento Alicia, según el cual si los problemas no se resuelven es por falta de voluntad para ello.
Y es que basta una buena voluntad, libre de un interés ambicioso, para que se produzca la armonía social. Armonía siempre perturbada por el ogro malicioso y avaricioso (el capitalista, el burgués, el comunista, el fascista, el nazi, Franco, Stalin). Una conciencia malvada lastrada por el peso de la sociedad tradicional ("parece mentira, en pleno siglo XXI", dice el progresista), pero con la suficiente inteligencia como para conspirar contra el bien e imponer su orden maligno.
La tiranía se explica, desde ese pensamiento infantil (lennonista le he llamado yo alguna vez), por el afán del malvado por dominar. Cualquier otro factor sociológico, geopolítico o cultural queda como mero trasfondo escenográfico que ambienta la acción del tirano antagonista.
Así, por esta vía melodramática, la guerra en Ucrania se explica por la voluntad de Vladímir Putin de dominar. Su figura queda así perfectamente recogida, desde este diagnóstico lennonista, bajo el arquetipo del dictador.
Putin encarna el reverso tenebroso de las democracias modernas occidentales de tal modo que ya tenemos señalados al bien (la angelical democracia) y al mal (el dictador autocrático).
Estas son las claves de lo que está sucediendo en Ucrania. Se trata de un tirano con voluntad de poder y sediento de sangre, deseoso de rodearse de marionetas listas para la obediencia ciega (Putin en el suntuoso Kremlin), y que pretende arrollar al humilde demócrata, amigo del pueblo y cercano a él, que resiste a las ambiciones del tirano (Volodymyr Zelenski en camiseta).
La tragedia de Ucrania queda perfectamente explicada con este reparto de los dramatis personae y no hace falta más. Putin, malo, culo, caca, pedo, pis. La Unión Europea (UE) y Occidente son el bien, con sus ejércitos élficos y su espíritu oenegé.
Cualquier concepción que se mueva por otros derroteros y que cuestione este reparto de papeles (ya no digamos si osa negar tales evidencias) está blanqueando al tirano y por tanto en complicidad colaboracionista con él.
De esta manera, con esta tensión dramática, y con la amenaza de cancelación a la vuelta de la esquina para quien entienda las cosas de otra manera, se estrangula cualquier tratamiento abstracto de asuntos tan complejos y a la vez tan opacos como los geopolíticos.
Una opacidad que es estructural a la acción de los Estados. Porque, por necesidad interna, y en el contexto de su confrontación dialéctica, los Estados tienen que ocultar algunas de sus acciones (arcana imperii) a los estados rivales.
La diplomacia y el periodismo, en su esfuerzo por arrojar luz (aunque muchas veces el periodismo actúa como Brunete mediática para ocultar y no para ilustrar), sólo muestran la punta del iceberg de unas dinámicas y corrientes ocultas que sólo con el paso del tiempo, y no siempre, terminarán por salir a la superficie.
Conviene seguir el consejo (negativo) de Bodino en Los seis libros de la república. Antes de dictar sentencia sobre este asunto, saber que "es peligroso formar juicio funesto de un príncipe si no se conocen a fondo sus actos y proceder y no se contrapesan prudentemente sus vicios y sus virtudes".
Es prudente considerar que una tiranía, si realmente está basada únicamente en el temor del que obedece, es una forma de gobierno que no puede durar mucho tiempo con los gobernados asfixiados por la presión despótica del gobernante.
Hay que conocer bien qué es lo que está ofreciendo Putin a Rusia y a los rusos, en sus ya más de veinte años al frente del gigante del Este, como para que el Gobierno se mantenga. Y es que es difícil creer que un Gobierno dure tanto si lo único que ofrece es el miedo y una bota pisando sus cabezas.
Los romanos, que de mando y dominio político algo sabían, insistieron mucho en esta idea: "Nadie ha conservado mucho tiempo un poder basado en la violencia" (Séneca, Troades). "Los reinados injustos nunca duran mucho" (Séneca, Medea). "Un gobierno odiado nunca se mantiene mucho tiempo" (Séneca, Phoenissae).
La lógica es aplastante y se impone bajo la forma del modus tollens. Si Rusia es una tiranía, entonces no puede durar mucho tiempo. Si dura mucho tiempo, entonces, es que no es una tiranía.